CAPÍTULO 26 | Horas interminables

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NARRADOR OMNISCIENTE

En las nevadas calles de la ciudad de Londres, los edificios estaban cubiertos por un manto blanco mientras las viviendas brillaban con la calidez de luces multicolores

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En las nevadas calles de la ciudad de Londres, los edificios estaban cubiertos por un manto blanco mientras las viviendas brillaban con la calidez de luces multicolores. En una de esas encantadoras casas, habitaba Salazar, rodeado por personas no mágicas. Su hogar, de un modesto y encantador color amarillo, estaba abrazado por la nieve que adornaba su techo y los árboles del jardín.

La semana para Salazar había pasado tan lenta y dolorosa. Cada día parecía eterno, como si el tiempo se hubiera detenido solo para hacer más pesadas sus vacaciones.

Los minutos se alargaban hasta convertirse en horas interminables, y cada momento se volvía una lucha interna entre la apatía y el deseo de escapar de esa sensación de vacío que lo consumía. Cada clarecer parecía traer consigo una nueva carga de desesperanza, haciendo que las vacaciones se tornaran aún más agotadoras.

Salazar, recostado en su cómodo sofá, se despertó de golpe al recordar la visita pendiente de Draco y su tía. Al comprobar la hora en el reloj, notó que aún quedaba aproximadamente una hora y media. Sin perder tiempo, se puso en acción para ordenar su hogar. Tomó su varita y se dispuso a eliminar las manchas de pintura que decoraban el suelo. Acto seguido, se dedicó a organizar los libros que yacían dispersos por la habitación. Los últimos días habían sido un torbellino de pintura, copas y sueños interrumpidos, por lo que limpiar no estaba precisamente en su lista de prioridades.

El individuo dejó escapar un suspiro prolongado al contemplar el orden que había logrado establecer. Al menos, la visita de su primo y su tía prometía elevar un poco su ánimo, brindándole compañía para no sentirse tan desolado como últimamente se había sentido.

Colocó su varita con cuidado sobre la cama y se encaminó directamente al baño, ansiando una larga ducha que sabía que necesitaba desesperadamente. Una vez dentro, se enfrentó al reflejo fatigado y dolorido que le devolvía el espejo. Se sintió abrumado por la sensación de estupidez que lo invadía, así que tomó una profunda bocanada de aire y procedió a despojarse de su ropa hasta quedar desnudo. Abrió la llave del agua fría y se sumergió bajo la corriente helada, buscando la sacudida que necesitaba para despertar de su patética vida.

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THE LAST SLYTHERINDonde viven las historias. Descúbrelo ahora