La navidad siguiente...
Al parecer tengo una maldición, gestada a partir de la navidad del año pasado, y es la de retrasarme en absolutamente todo.
Se suponía que saldría para la casa de mi padre para pasar navidad con ellos, la mañana del veinticuatro de diciembre para llegar allí por la tarde, pero Marco -que ha insistido durante un mes en acompañarme, hasta que finalmente me convenció- perdió sus pijamas favoritos y se niega a ir sin llevarlos. Y aquí es donde estamos ahora, son casi la una de la tarde y no estamos ni cerca de poder partir.
Lo mataré, juro que lo haré. Ni siquiera sabía que tenía una obsesión con unos malditos pijamas. ¿Por qué resulta eso un problema ahora?
Arrastro mi valija fuera del ascensor y veo a Marco de pie en la puerta de su apartamento ya esperándome. Toma mi maleta y la arrastra dentro, cerrando detrás nuestro.
—¿No hay posibilidades de ir sin llevar los condenados pijamas? —me quejo.
Estoy enfadada a niveles desorbitantes.
Se supone que es la primera navidad que pasaré con mi familia sin estar enojada con todos ellos. A excepción de Theo. No he hablado con mi hermano desde hace meses, él tampoco ha intentado comunicarse conmigo, y estamos completamente bien con ello. Pero la relación con mi padre y mis hermanos ha mejorado considerablemente. El hecho de trabajar con ellos en el campo hizo que tuviéramos que tener un mayor contacto y yo tuviera que regresar más seguido allí. Ya no es una tortura hacerlo, incluso me acostumbré, y estar en el campo explorando hizo que fuera completamente agradable estar ahí.
Leo da vueltas alrededor de mis pies emocionado y lo acaricio entre medio de las orejas. También estoy entusiasmada porque Leo vendrá al campo con nosotros. Nunca sale a pasear sin su correa, pero allí será libre de andar por donde quiera en el gigantesco parque y seguro que Charlie lo adorará.
—No —responde Marco cierra la puerta a su espalda con llave y vuelve hacia mí.
—Sabes que puedes quedarte y dejarme ir sola, ¿verdad? —inquiero con frustración, a pesar de que no quiero eso— Me has retrasado mucho.
El maldito descarado se toma el atrevimiento de reír y se acerca hacia mí y coloca un brazo sobre mis hombros.
—Lo siento, ¿sí? —dice y comienza a caminar arrastrándome consigo— ¿Podemos hacer una tregua? Hay algo que necesito decirte.
—¿Qué es? —pregunto, ignorando por completo lo de la tregua.
Nos conduce hacia el balcón, abre la puerta corrediza y salimos al aire helado. Ha dejado de nevar hace un rato y el frío es completamente insoportable.
—No iremos a casa de tu padre —dice y me muestra la llave con la que ha cerrado la puerta, antes de lanzarla por el balcón.
—¿¡Qué se supone que haces!? —chillo abriendo mis ojos y mirando hacia abajo, viendo la pequeña llave brillar sobre un montículo de nieve.
Voy a enloquecer. Definitivamente su misión del día de hoy ha sido enfadarme hasta niveles inhumanos.
—Antes de que enloquezcas, déjame hablar, por favor —dice cuando me vuelvo a mirarlo con furia. Se acerca con lentitud y me toma de los brazos—. ¿Recuerdas cuando hace un año nos quedamos encerrados en el apartamento de Emilia?
—Cómo olvidarlo —digo con sarcasmo, mientras tirito de frío—. Hoy tu instinto suicida está brillando en todo su esplendor, ¿quieres que te lance por aquí? —señalo el balcón— De esa forma, si sobrevives, podrías recuperar la llave y sacarme de aquí. Idiota, eres el rey de los idiotas, no sé por qué estoy contigo.
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Dulce Amor Navideño
RomanceElla lo detesta; a él le encanta molestarla a costa de eso. Ella lo conoce desde hace años; él no la recuerda. Ella ama las mariposas; él la llama Butterfly. Callie atravesó tres tragedias en su vida. La primera a los siete años, cuando perdió a su...