Continuación II Día 15

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Caminaron varios metros y entonces se dieron cuenta de que se les olvidaba algo.

- ¡Michael!

- ¿Qué pasa? - gritó asustado.

- ¡Las cartas! –explicó- Tenemos que dejárselas, le pertenecen.

- Vale, como quieras. Pero trata de no infartarme cada vez que quieras decir algo –dijo ofreciéndole las cartas.

- Está bien, iré yo.

Laura dejó las cartas y se despidió por última vez.

- Se nos olvidaba dejarte esto, menudos despistados. ¿Cómo íbamos a llevarnos tu historia? Estoy segura de que Julie... -se disponía a decir cuando vio como una mano retiraba las viejas flores para poner unas nuevas y frescas. Supuso que sería Michael, pero cuando le oyó toser a su espalda se dio cuenta de que no.

Enseguida se puso en pie y elevó la vista. Y si con lo de Jhon no pudo evitar llevarse las manos a la boca, esta vez no podía hablar si quiera.

Era una mujer mayor, bastante avejentada y estropeada por el paso de tiempo. Era castaña a juego con sus ojos color café y llevaba el pelo recogido. Esos rasgos le eran familiares, no era la primera vez que veía aquella cara.

- Es ella –murmuró Michael. –La mujer de la foto.

Laura abrió aún más los ojos cuando vio que no era la única que pensaba que aquella mujer era Julie o una réplica de ella.

- ¿Has dicho Julie? ¿Julie Rocks? –dijo aquella señora.

Ellos no sabían qué contestar y no le hizo falta más que observar las cartas para saberlo todo.

- ¿Esas cartas van dirigidas a Julie? –dijo la mujer con lágrimas en los ojos.

- Sí –afirmó Michael.

La mujer se abalanzó a leer las cartas, no pudo evitar romperse a llorar.

Los chicos estaban de piedra, no sabían qué hacer ni decir.

- ¿Dónde las habéis encontrado? –dijo dejándolas de nuevo.

- Verá, estábamos de alquiler vacacional en una cabaña a media hora de aquí y aparecieron cientos de ellas en una caja antigua de cartón.

- Esa cabaña era como un refugio para él –dijo ella con cierta nostalgia. – Y supongo que las habréis leído todas –dijo irónicamente.

- Sí, esperamos que no le haya molestado. Es solo que nosotros no sabíamos hasta dónde nos llevaría esto. –dijo Laura avergonzada.

- Fue tan triste todo. –dijo ella- Es mismo día había recibido un telegrama de su madre que me anunciaba que él venía a buscarme, aunque él no quería que yo lo supiese. Me quería sorprender –dijo soltando una pequeña sonrisa- Recuerdo que en esa época no era muy seguro volar y que él siempre le había tenido mucho miedo a los aviones. Yo le estaba esperando cuando me enteré de lo sucedido y me puse histérica. Al principio parecía todo tan surrealista que ni me lo creía y cuando vi a la gente de mi alrededor desesperarse por saber sobre sus familiares, reaccioné. El amor de mi vida se había muerto.

- ¿Y qué pasó con Robert? –preguntó Laura de un pequeño impulso.

- Robert ni si quiera viajó conmigo porque yo nunca pude olvidar a Jhon y él no pudo entenderlo.

- Él te quería –dijo Michael.

- El amor era mutuo. Créeme joven, no he amado a nadie tanto como le amé a él. Apenas me enteré, recogí mis cosas y volví a Australia. Entendí que yo no tenía nada que hacer allí si no era con él a mi lado. Y desde entonces le he visitado lo más seguido que he podido y nunca me he perdonado el haberme marchado.

Navidades australianas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora