VI.

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Jacaerys siguió a Aegon fuera de la sala, daba largos pasos, su mandíbula tensa, mientras en su mente se repetia la misma mantra.

Tenía mantener la calma ante la actitud de Aegon.

Cuando llegaron a los aposentos que compartían, Jacaerys en el momento intentó entrar, pero Aegon le cerró la puerta en la cara.

–No tengo ganas de hablar contigo ahora, Jacaerys. Déjame en paz –dijo Aegon con voz cortante, su tono lleno de irritación mientras giraba la llave para poner el seguro en la puerta.

Jacaerys se quedó parado frente a la puerta, sorprendido por la reacción de Aegon, su mano aún en el pomo mientras procesaba lo que acababa de suceder.

–Aegon, ¡abre la puerta! –exigió Jacaerys.

El silencio fue la única respuesta que obtuvo mientras la puerta permanecía firmemente cerrada ante sus súplicas.

Su mandíbula se tensó aún más, su paciencia llegando a su límite.

–Aegon, carajo, ¡abre la puerta! –exigió nuevamente, elevando su voz.

No hubo respuesta.

Jacaerys cerró los puños con frustración, sintiendo la ira abordar todo su sistema. Con un último intento, golpeó la puerta con fuerza.

–¡Aegon, esto no resolverá nada! ¡Abre la puerta ahora mismo! –gritó, su voz resonando en el pasillo.

La puerta siguió permaneciendo cerrada.

Decidió que no podía quedarse allí parado esperando a que Aegon cambiara de opinión.

Con un suspiro, se alejó de la puerta.

Tenía otra idea para entrar.

Era algo que había hecho cuando aún rondaba los catorce onomásticos.

Salió de la Fortaleza Roja y se detuvo frente a la pared que conducía a las habitaciones que compartía con Aegon.

Suspiro, deseaba que nadie en la Fortaleza lo viera y creyera que se había vuelto loco.

Sin vacilar, comenzó a escalar la pared con agilidad, utilizando las grietas y salientes para subir con rapidez.

Aegon permanecía con los brazos cruzados, su expresión llena de diversión mientras miraba hacia la puerta cerrada con obstinación

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Aegon permanecía con los brazos cruzados, su expresión llena de diversión mientras miraba hacia la puerta cerrada con obstinación.

Estaba seguro de que Jacaerys eventualmente cedería y regresaría rogando su perdón como un maldito animal rastrero.

–¡Carajo! –Le escucho gritar.

¿Qué mierda?

Eso no se escuchaba en la puerta.

Se acercó a la misma, inclinó y pego su oreja a ella.

No se escuchaba nada de afuera.

Era raro.

"The dragon jewel"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora