IV.

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Era tal vez la segunda vez que alguien encerraba a Aegon en sus aposentos.

Si le dieran una moneda por cada una de las veces, no tendría mucho, pero era curioso que hubiera pasado dos veces.

Jacaerys observó como las puertas eran azotadas desde adentro.

Podía escuchar los gritos de Aegon exigiendole que le dejara salir.

No cedió.

No se arriesgaría a que algo le pasara a Aegon.

Lo mantendría ahí hasta que dieran con el maldito responsable de la disputa en el salón durante el banquete.

Aún no sabían quién mierda era.

–¡Maldito seas, Jacaerys! ¡Abre la puta puerta! –Gritó el platinado.

Los golpes continuaron resonando en las puertas, pero Jacaerys permaneció impasible.

–¡Estás abusando de tu autoridad, Jacaerys! ¡No puedes encerrarme como a un prisionero! –gritó Aegon, su voz cargada de furia y frustración.

Jacaerys mantuvo su postura firme.

–Te encerraré todo el tiempo que sea necesario, Aegon. No arriesgaré tu seguridad por un capricho tuyo –respondió con calma, pero su tono dejaba en claro que no había margen para la negociación.

–No me hagas enojar más de lo que ya estoy, Jacaerys. ¡Abre esta maldita puerta ahora mismo! –exigió Aegon, golpeando con más fuerza las puertas.

Por dentro, la ira de Jacaerys crecía con cada golpe en la puerta, pero se obligó a mantener la compostura. Sabía que debía actuar con prudencia y esperar a que las cosas se calmaran antes de dejar salir a Aegon.

Los minutos pasaron en un tenso silencio interrumpido ocasionalmente por los golpes persistentes de Aegon contra la puerta.

Jacaerys permaneció junto a la entrada, estaría ahí mientras esperaba a que la furia de su esposo se calmara.

Finalmente, después de un rato, los golpes cesaron y un silencio tenso llenó la habitación.

Jacaerys mantuvo su vigilancia, esperando cualquier señal de que Aegon intentara salir nuevamente.

Pasaron unos momentos antes de que Aegon finalmente hablara, su voz sonando más calmada pero aún llena de resentimiento.

–¿Cuánto más planeas mantenerme encerrado aquí, Jacaerys? –preguntó, su tono desafiante pero más controlado que antes.

Jacaerys no respondió de inmediato, considerando sus palabras cuidadosamente antes de hablar.

–Sólo sera un rato, Aegon. –respondió.

"Tal vez todo el día", pensó.

Hubo un momento de silencio tenso antes de que Aegon finalmente murmurara una respuesta.

–Está bien, haz lo que quieras. Pero asegúrate de tener prisa –dijo, su tono resignado pero aún lleno de resentimiento.

Jacaerys asintió para sí mismo.

Bien, podía irse.

–Ser Arryk, le encargo la protección del príncipe Aegon, no tiene permitido salir hasta que yo dé la orden –Ordenó al guardia parado frente a la puerta de Aegon.

–Cómo usted ordene, su alteza –Dijo haciendo una reverencia.

Ser Arryk permaneció en su posición, su expresión seria.

Con un último vistazo, Jacaerys dio medio vuelta y se fue con Ser Criston.

Paso aproximadamente una hora.

"The dragon jewel"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora