XVII

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Estaba realmente molesto.

Hoy era el tercer día que Jacaerys permitía que Sara se uniera a sus planes.

Sabía que solo estaba siendo amable, pero se sentía mal.

Cregan y su hermana bastarda apenas llevaban una semana en Desembarco de Rey, y ya le habían puesto mil veces los nervios al mil.

Quería llorar por el enojo.

Por un lado, estaba furioso con Jacaerys por no intervenir y permitir que los demás arruinaran sus planes. Por otro lado, se sentía profundamente frustrado consigo mismo por no poder controlar la situación.

Caminó por los pasillos del castillo, tratando de calmarse, pero la ira seguía ardiendo en su interior.

Cada paso que daba solo aumentaba su sensación de impotencia y resentimiento hacia su esposo.

Se detuvo frente a una ventana, mirando hacia el exterior pero sin ver realmente nada.

No entendía por qué Jacaerys no podía simplemente priorizar sus deseos y necesidades sobre los demás.

Era su esposo, ¿no debería apoyarlo a él?

Suspiro y siguió su camino hacia la salida de la Fortaleza, iría a Dragón Pit.

Vería a Sunfyre y volarian solos.

Otra vez...

Se detuvo a unos pasos de salida al ver a Cregan ahí de pie.

Quien al verlo sonrió.

–¿A dónde te diriges, príncipe Aegon? –preguntó Cregan con una sonrisa amigable.

Aegon se detuvo, evaluando la situación por un momento.

Si bien preferiría volar solo con Sunfyre, la idea de hacerlo en compañía de Cregan parecía una forma perfecta de molestar a Jacaerys.

–Pensaba ir a Dragón Pit. ¿Te gustaría acompañarme? –respondió Aegon con la mejor de sus sonrisas dulces.

Cregan pareció sorprendido ante la pregunta, al parecer recordaba sus palabras del almuerzo que compartieron el día que llegó la Snow.

Pero pronto asintió con entusiasmo.

–¡Claro! Será un placer, su majestad–dijo con emoción.

Ni siquiera parecía que el hombre era capaz de matar a uno que otro con solo sus manos.

Aegon ocultó una sonrisa de satisfacción.

–Dime Aegon, estamos en confianza, Cregan –Dijo.

Sabía que esta decisión seguramente irritaría a Jacaerys, pero eso era exactamente lo que quería en ese momento.

Con una sonrisa de complicidad, Aegon y Cregan se subieron al carruaje que los llevaría hacia Dragón Pit.

Durante el trayecto, Cregan demostró ser una compañía agradable, compartiendo historias sobre el Norte y su familia, mientras Aegon respondía con comentarios simples disfrutando de la atención que recibía.

Al llegar al Dragón Pit, Aegon se dirigió hacia Sunfyre, sintiendo la emoción correr por sus venas ante la idea de volar solo con su dragón. Sin embargo, cuando se volvió hacia Cregan, vio que el Stark parecía ansioso por unirse a él.

–¿Te gustaría montar conmigo, Cregan? –propuso Aegon con una sonrisa amable.

Cregan aceptó con entusiasmo.

A Aegon le recordaba a un niño.

–Bien, deja voy por los trajes de montar para cambiarnos, alguno de tu talla hemos de encontrar –Dijo y se encaminó hacia el guardia de la entrada.

Mientras Aegon se dirigía hacia el guardia para obtener los trajes de montar, Cregan se quedó esperando, observando con interés a Sunfyre, era un dragón realmente precioso, y su actitud le recordaba un poco al principe Aegon, igual observo al resto de los majestuosos dragones que lo habitaban.

Siempre había soñado con volar en un dragón, igual que sabía Sara lo soñaba, sólo que a él se lo ofrecieron, ella había querido que la llevaran.

Cuando Aegon regresó con los trajes, Cregan tomó el suyo con una sonrisa agradecida y se preparó para cambiarse.

Aegon lo observó con una mezcla de diversión. Y se acercó a acariciar a Sunfyre mientras esperaba que el Stark regresara.

–Bien, mi bello dragón, hoy llevaremos con nosotros a un amigo –Susurró contra él.

Sintió a Sunfyre confundido por medio del lazo jinete/dragón.

–Se un buen chico, hay que impresionarlo, amigo –Dijo, y pronto sintió la emoción de Sunfyre por mostrar su grandeza.

Aegon rió.

Amaba a ese dragón más que a su vida.

No sabría que haría si algún día le faltaba.

Una vez que Cregan volvió, y Sunfyre ya tenia la silla de montar encima.

Fue que Aegon le enseñó como subirse al dorado dragón.

Cregan se veía muy nervioso, pero aún así subió, confiando ciegamente en que Aegon no lo dejaría caer.

Aegon se permitio sonreir con sinceridad al sentirse contagiado por la emoción palpable de Cregan mientras se preparaban para despegar.

Con Cregan a bordo, Aegon dio la señal a Sunfyre y el imponente dragón alzó vuelo con gracia y potencia.

Mientras Sunfyre ascendía más alto, Aegon sintió la emoción del vuelo corriendo por sus venas. Miró a Cregan y le guiñó un ojo con complicidad.

–¡Vamos, Sunfyre! ¡Muéstrale a Cregan lo que puedes hacer! –exclamó Aegon, sintiendo la emoción de su dragón resonando en su mente.

Aegon disfrutaba de la sensación del viento en su rostro y del poderoso batir de las alas de Sunfyre mientras ascendían.

Cregan se aferró con fuerza mientras Sunfyre se elevaba majestuosamente, llevándolos cada vez más alto en el cielo.

–¡Esto es increíble! –exclamó Cregan, su voz llena de asombro y admiración mientras admiraba la vista desde lo alto.

Aegon observó con satisfacción cómo la expresión de Cregan pasaba de nerviosa a asombrada, y se permitió sentirse orgulloso de haberle proporcionado esta experiencia.

–Lo sé, es maravilloso –respondió, su tono lleno de emoción y orgullo.

Sunfyre, al sentir la emoción de sus jinete, decidió realizar algunos trucos aéreos para aumentar aún más la diversión. Realizó giros, picadas y ascensos pronunciados, haciendo que su jinete y acompañante rieran y gritaran de emoción.

–¡Es increíble! ¡Qué sensación! –exclamó Cregan, su cabello ondeando al viento.

Aegon sonrió ampliamente, disfrutando del momento y de poder lucirse.

Mientras Sunfyre continuaba surcando el cielo, Aegon notó cómo los tonos dorados del atardecer comenzaban a teñir el horizonte.

–¡Deberías mirar eso! –exclamó Aegon, señalando hacia el oeste donde el sol comenzaba a descender, tiñendo el cielo de tonos dorados, rojos y naranjas.

Cregan siguió la indicación de Aegon y se quedó boquiabierto ante la belleza del espectáculo.

–Es... es maravilloso –murmuró Cregan, su voz llena de admiración.

Aegon sonrió satisfecho, olvidándose momentáneamente de su intención inicial de molestar a Jacaerys.

–Sí, es uno de los privilegios de volar en dragón: poder contemplar el atardecer desde lo alto, rodeado de libertad y belleza –respondió Aegon, su tono lleno de emoción genuina.

Cregan asintió conmovido, completamente absorto en la majestuosidad del momento.

Aegon se permitió disfrutar de aquel instante de paz, sin pensar en nada más que en la belleza del atardecer y la sensación de libertad que les brindaba el vuelo en dragón.

"The dragon jewel"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora