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- Me pareció ver vuestros nombres en la lista para obtener un papel en la obra.

- ¿Y? ¿Te doy un premio por saber leer? 
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- ¿Ayer practicaste? -Juani llevó a su boca una cucharada de su yogurt.

- No me hacía falta, recuerda que esa peli me la vi millones de veces -le recordó su amiga.

Estaban en el descanso de las clases, sentados mientras desayunaban un yogurt cada uno. Hoy tenían la audición para la obra de la asignatura, como habían acordado iban a representar Sharpay y Ryan, pero como no querían quedar como principales no lo iban a hacer del todo bien para que la profesora ni se le pasase por la cabeza elegirlos. Todo planificado.

- ¿Qué tal ayer el trabajo? -ella se tensó-. Con el Cheta ese me refiero -aclaró, haciendo que la chica soltase una respiración tranquila.

Ella pensaba que hacía referencia a su trabajo personal, que aunque no fuera algo nuevo que viniendo de donde vivía se dedicase a un trabajo poco legal, no quería que Juani se enterase, no porque no confiaba en él, sino que sabía que a él no le iba a gustar ni un pelo donde se había vuelto a meter la chica.

Ella encogió los hombros recordando la despectiva del chico de ojos bonitos-. Es un Cheta más, así que.

- Tenía toda la pinta -rodó los ojos.

Unos tacones empezaron a resonar por la silenciosa entrada, donde estaban ambos amigos sentados al sol, el cual desapareció cuando la muchacha se colocó frente a ellos.

- Me pareció ver vuestros nombres en la lista para obtener un papel en la obra -habló, dejando confundidos a ambos.

- ¿Y? ¿Te doy un premio por saber leer? -Juani fue el primero en saltar.

- Nah, solo quería pasarme para ver vuestras caras y compararlas con las que pongáis cuando ni siquiera os elijan para ser secundarios -el aire de superioridad que desprendía esa chica era enorme, la postura con los brazos cruzados, una de sus piernas echadas hacia delante, y su sonrisa socarrona mostraba la seguridad con la que iba.

Valesk ya desde el día anterior con el amigo de esa muchacha había aumentado su odio hacia los Chetas, por lo que se encontraba aún más receptiva con ellos, y aún más con la castaña frente a ella, que le hacía recordar como por su culpa no pudo bailar en la clase del día anterior.

Mundos diferentes | Felipe OtañoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora