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— ¿Las hiciste vos?

— No, que va, soy horrible en la cocina.
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— ¿Es de verdad? —Valesk señaló a una camiseta de fútbol que estaba dentro de un marco.

— Si —contestó con orgullo el chico mientras miraba con un brillo en los ojos a la camiseta, dejando con confusión a la otra.

— ¿Y por qué está en un cuadro colgada? —la curiosidad le ganaba.

— Porque eso querida Valesk —señaló a la camiseta mirándola a ella—. Es una reliquia.

— Y... ¿Por qué? —volvió a preguntar.

— Porque está firmada por todos los jugadores del River —le contestó con obviedad. Valesk rodó los ojos de manera burlona y soltó una pequeña risa.

Felipe le miró de manera acusatoria—. ¿De qué te reís vos?

— De nada, de nada —alzó sus manos en forma de inocencia, sin borrar su sonrisa—. Solo me impresiona como hablas con orgullo de... una simple camiseta de fútbol.

— ¿¡Una simple remera de fútbol!? —parecía que eso le había llegado hasta el alma—. ¡No es una simple remera! ¡Es LA remera! —la indignación se notaba de lejos, haciendo que Valesk mordiese el interior de su mejilla para no reír.

— Lo siento pero no... —fue interrumpida por el chico.

— Y si eso no te impresiona, espera —sin escuchar a la chica se acercó a su armario buscando un objeto.

Valesk se quedó impresionada de toda la ropa que tenía el chico en el armario, era la misma cantidad que tenía ella y sus hermanos juntos, y pensaba que incluso faltaba. Felipe seguía rebuscado hasta que encontró lo que buscaba. Este se giró con una sonrisa triunfante y le lanzó a la chica lo que sujetaba entre sus manos, y ella lo cogió en el vuelo.

— ¿Un balón? ¿Cómo se supone que un balón me impresione? —Valesk le daba vueltas al balón entre sus manos y escuchó el quejido del muchacho que se acercó a ella.

— Es el balón con el que el River superó al Boca en victorias —le explicó como si eso fuera lo mejor del mundo, ganándose una mueca por parte de la chica.

Mundos diferentes | Felipe OtañoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora