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— Es re linda tu hermana.

— Obvio, se parece a mi.
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— Ya está acá el rey de la casa —Matías abría sus brazos después de que la chica abriese la puerta.

Esta sonrió rondando los ojos de manera burlona.

— Anda, pasa —le dejó un hueco para que el chico entrase a la pequeña casa.

— ¿Para qué me requiere mi reina? —preguntó con voz seductora pasando sus delgados brazos por la cadera de la chica para pegarla a él—. Noté tu insistencia —susurró en su oído con el mismo tono de voz.

— Te quería pedir una cosa —murmuró esta ante la cercanía. Matías asintió mientras comenzaba a repartir suaves besos desde la oreja hasta el cuello de la joven—. ¿Te puedes quedar con mis hermanos hasta que llegue? —preguntó.

— ¿Qué? —el chico se separó de su cuello rápidamente—. ¿Me llamaste para eso? —ella le dio una sonrisa tímida—. Tus hermanos son hiperactivos y yo me canso re rápido —dejó caer sus brazos como un niño pequeño quejándose.

— Solo será un rato, lo prometo — Valesk juntó sus manos pidiendo por favor que le hiciese ese favor.

— ¿Por qué no se lo pediste a Juani? Él se lleva mejor con esos demonios —Matías caminó cansado para echarse en el viejo sofá, siendo seguido por la joven.

— Ya le pregunté y está ocupado —encogió sus hombros mientras fue a buscar su pequeño monedero y llaves.

— ¿Y tu vecina la anciana? Ella siempre los cuida —Matías intentaba a toda costa no tener que cuidar de los gemelos.

No era que no le gustase o no quisiese hacerle el favor a su amiga, sino que cuando él estaba con ellos, ellos sabían manejar muy bien a Matías, y siempre este era sucumbido por ellos a hacer lo que ellos quieren. Muchas veces Valesk llegaba y se los encontraba despierto cuando ya tendría que haberse acostado, y Matías se encontraba encerrado en un armario. Por eso no le gustaba quedarse a cuidar a los hermanos de ella, porque siempre él salía mal parado.

— Vos mismo lo dijiste, es anciana, ya hace suficiente cuidándolos muchos días —Valesk dirigió su mirada a su amigo viendo como este todavía tenía rostro de no querer aceptar. Se acercó y se dejó caer a su lado—. No te lo volveré a pedir —le juró—. Bueno... No hasta mucho tiempo después —dijo con burla haciendo reír a su amigo.

Mundos diferentes | Felipe OtañoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora