𝟬𝟮𝟯

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— ¿Y cómo sé si él siente cosas?

— Besalo. Si siente algo te lo seguirá, sino te rechazará y ya. 
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Valesk entró corriendo a la facultad, se había quedado dormida. Su alarma había sonado, de eso estaba segura, porque se aseguró anoche de ponerla, lo más probable es que la hubiese apagado dormida.

Eso hizo que todo cayera como fichas de dominó, porque tuvo que levantar corriendo a los gemelos, darles el desayuno lo más rápido que podía, prepararlos, y llevarlos a clases, no sin antes llevar al bebé con su vecina.

Se ha tenido que saltar unos cuantos semáforos para poder llegar a clase, pero aún así sabía que llegaría tarde. Corrió por los pasillo, hasta llegar al aula de baile, y antes de entrar tomó una bocanada de aire.

— Llegas media hora tarde —la voz de la profesora resonó por todo el aula, haciendo que todo el mundo se girase.

— Si, lo sé, perdón —Valesk dejó rápido su mochila en el suelo con su chaqueta y se acercó al grupo de alumnos.

— Sigamos —la profesora siguió dando la clase.

Valesk se pudo acoplar bien a esta aunque hubiese llegado tarde. Aunque muchas veces divagaba en sus pensamientos, haciendo que perdiese un poco el hilo. Llevaba dándole vueltas a lo de la noche anterior desde que entré por la puerta de su casa, eso fue uno de los motivos por los que no se levantó esta mañana, se quedó hasta muy tarde despierta preguntándose que había pasado allí.

Estaba confusa, demasiado, necesitaba aclarar su mente, no sabía si lo que iba a hacer ayer era lo correcto, porque en ese momento y en esa situación si le pareció todo muy bonito y apto para que ocurriese, pero ahora que lo pensaba en frío, no estaba muy segura de eso.

— Chicos, ya es el descanso, nos vemos después de estos veinte minutos —avisó la profesora.

Valesk aprovechó para irse a por su mochila para beber agua y revisar su móvil, eso era otra cosa que le mataba, el no tener ningún mensaje de Felipe, eso solo le daba más inseguridad, haciendo que pensase que a lo mejor el chico se había arrepentido de lo de ayer.

— Oye, vos —la chica rodó los ojos, levantándose del suelo con su mochila.

— Déjame en paz Lupita, no estoy de humor —le avisó. El no dormir y el estar confusa hacia que su humor no fuera el mejor.

Mundos diferentes | Felipe OtañoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora