36. Caos

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Sus pies se balanceaban levemente mientras su mente trataba de maquinar un plan para su pequeña fechoría.

Vio cómo el "Señor Barbudo" como lo apodaba ella, salía de la tienda de joyas de manera altiva, como siempre cada que cobraba por la "seguridad" de los negocios. Observó rápidamente donde había metido la bolsa de monedas, y se bajó del árbol para empezar a seguirlo en su rumbo. 

Aprovechando que el Señor Barbudo se detuvo a hablar con alguien, "chocó" con él y en lo que este reaccionaba para regañarla; metió su mano izquierda y sacó su botín sigilosamente. Asintió con su cabeza y se echó a correr.

Dos cuadras más adelante, escuchaba un grito masculino.

Llegó a su casa entre risas por su pequeño crimen, hasta que un jalón en su cabello la hizo detenerse.

Al parecer, sería un día de esos.

— Mocosa, ¡¿Me puedes explicar por qué todo el mundo te estaba buscando?!.

El rojo no estaba en sus ojos, así que no, no sería uno de esos días. Por lo que relajada, sonrió y señaló su pequeño botín.

— Ya tenemos para la comida —dijo con una gran sonrisa.

La mujer solo negó su cabeza antes de soltarla y tomar el dinero, no sin antes besar su cabeza y susurrarle un "No sé que haré contigo."

Vio como su madre tomaba su abrigo para dirigirse a la puerta, y tras un aviso de que llegaría pronto; ella subió a su cuarto a rezar internamente de que llegara pronto.

. . .

Un fuerte sonido la sacó abruptamente de su cama, al parecer se había quedado dormida, y a juzgar por el sonido en su barriga y la oscuridad de la noche; este sí será un día de aquellos.

Bajó rápidamente las escaleras con la esperanza de no encontrar esos ojos que tanto teme, pero la suerte no estaba de su lado.

Con botella en mano, su madre se encontraba desorientada y fuera de control tirando todo lo que se encontraba de paso; y el blanco de sus ojos, ahora eran rojos.

— ¡Tú, mocosa! —la señalaba con el dedo— ¡No sabes lo que me pesa tener una hija como tú, maldita ladrona!

— Mami... —solo pronunció ello, mientras se aguantaba las lágrimas y subía lentamente las escaleras.

— ¡¿A dónde crees que vas, maldita mocosa?! 

No era la primera vez que se encontraba en esa situación, protegiendo su rostro ante las uñas de su madre, o aguantando el dolor en su cabeza y pensando en como iba a doler al momento de desenredar su cabello.

Pero esta vez, había algo diferente en los golpes, una fuerza casi sobrenatural, o por lo menos lo era para una niña de ocho años.

— ¡Tu existencia arruinó mi vida! ¡Tú y tu padre merecen el mismo destino, morir! ¡Morir y dejarme en paz!

De pronto el agarre se hizo ligero, y por un segundo se creyó libre, hasta que la capacidad de respirar se le fue negada debido a la presión en su cuello que ejercía su progenitora sobre esta. 

Su cuerpo dejó de luchar, y sus brazos se sintieron débiles; quizás era su fin, pero no quería dejar de pelear, y su voz se hizo escuchar.

Su madre retrocedió de golpe, y ella cogió dos bocados grandes de aire antes de salir corriendo hacia la calle.

— ¡(Tn)________! —fue lo último que escuchó de su madre.

* * * Presente * * *

Mala (Zoro Rorona x Reader)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora