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Madrugada.

Mi gran colega reposa sobre su asiento, analizando posiblemente, la información que le entregué este día como los anteriores, mientras que en su escritorio de aspecto deteriorado, yace una serie de papeles archivados dentro de una carpeta negra.

-Usted me sorprende -me dijo sin mirarme.

-Al expediente se le han añadido otras cosas, quizás más interesantes y completas.

-Si, he visto -aquél soltó con una expresión de tramar algo más malo. Se giró hacia mi ahora viéndome cara a cara, pero era diferente, como si no estuviera conforme con lo que le di. Me puse algo nervioso pero me mantuve firme.

-Está muy bajo de riesgo, no tiene la capacidad de atacar como antes -exclamé para desviar la tensión y no quedarme callado.

-Eso ya lo sé. Por eso necesito que le inyectes otra dosis más, de la cual Valeria se la otorgará de manera discreta, como al principio.

-¿Por qué le tendría que drogar de nuevo?

-No estás en una posición de cuestionar mi orden -me respondió molesto, de la misma forma, yo también me molesté. Y es que ya de por si, era un tipo con carácter difícil, pero estaba trabajando con él ilegalmente y me jodía que me tratase a mí así, por lo que permanecí sin decir nada ni hacer público mi desagrado, pues podría costarme no solo mi vida. Luego añadió -Luego la traes a donde ya sabes.

-¿Qué?... eso bastante arriesgado Ma-me interrumpió.

-A mi no me importa lo arriesgado que sea -se puso de pie y se acercó hacia mi desafiante- se que tu grupito posee algo valioso, algo más grande y interesante, un ser hábil lleno de violencia en su sangre, capaz de hacer más que el ejército entero. Ella es como una máquina de guerra, perfecta para derrumbar cualquier tipo de enemigo que se le cruce en su camino.

-¿Y si ella te ve como su enemigo?

-No lo creo, no pienses que supe de ese fenómeno hace meses o semanas, he estado buscando uno de esos desde que supe la existencia aún intacta y cerca de esta zona, se que ella es una de tantos.

Me paralicé al oír aquello último.

-¿Estás diciéndome que hay más de uno?

-Tal vez, la mayoría han muerto en las clínicas, algunas por supuesto, clandestinas o alejadas de la gente, más de la policía. Pero una si está viva, y quiero tenerla. Así que tráemela con vida, de lo contrario, supongo que tendré que ir yo personalmente.

La sangre se me heló al visualizar la situación que podría pasar si él iba, sería un completo caos, por lo que sin tener más opciones accedí a hacerlo, tratando de evadir los pensamientos sobre las posibilidades y terribles consecuencias que eso me llevaría a crear.

...

Mediodía.

Geevar

Cuando ellos se fueron a una imprevista misión recién surgida, yo me quedé porque me dijeron que sería lejos y arriesgada, que se requería de usar más que una simple pistola, pero tampoco me quejé, pues no es lo más importante para mí a gran medida, así que me quedé en la base, preferentemente dentro de un depósito de cosas de guerra. El espacio tiene un aspecto sucio, descuidado, lleno de maquinaria oxidada y despedazada por el piso.

También sentía apetito, pero no podía hacer nada ahora, me tenían restringido algunas actividades en solitario, pero el dolor es tan molesto que necesitaba distraerme con alguna cosa. Volví a mirar el interior del sucio depósito, el desorden de los objetos que habían por cualquier rincón me era muy estresante, entonces se me vino a la mente intentar acomodarlo. Aunque sea por callar mi vacío estómago.

No tuve idea de cuánto tiempo estuve cambiando de lugar los artefactos, pero se empezaba a notar la diferencia de antes con la de ahora. El piso estaba más despejado, las cajas estaban acumuladas a un solo rincón, las armas no sabía si eran viejas o sin utilidad, así que las puse contra la pared.
Enrollé mis mangas para levantar una pesada caja, llevándola hasta el rincón de las demás, cuando la reposé sobre otra encima, al retirar mis manos sentí un cosquilleo rígido que se subía por mi brazo lentamente, lentamente acerqué mi brazo a mis ojos buscando aquello, y me percaté que tenía un escorpión grande. No reaccioné con rapidez, sin sentir una pequeña pizca de miedo le agarré de la colilla para retirarlo de mi piel.
Observaba como movía sus patas mientras lo sostenía. Aquel insecto se retorcía de lado a lado tratando de zafarse de donde estaba atrapado, o de «mí». Mi mente percibió que ese insecto quería acabar conmigo, pues me identificó como un enemigo por estar tenerlo bajo mi control. Se que se siente desesperado por acabar conmigo, tomándome como una amenaza para su vida.

Pero lo ignoré, ignoré su miedo, apretándole el aguijón con fuerza hasta exprimirlo, viendo como dejaba de moverse al instante, quedándose rígido, como si se hubiera secado. Aún estaba sobre mis dedos, mirando cada detalle de éste, sin siquiera sentir culpa por haberlo matado, sabiendo que él al principio no tenía intención de atacarme primero cuando se subió a mí. Aún así quise matarlo. Pero una extraña sensación amarga se hizo presente en mi mente y después se expandió por todo mi ser.

Solté el insecto rápidamente cuando comprendí de una manera diferente lo que había hecho, agaché mi cabeza para verlo en el suelo, entonces la amargura se hizo más grande. Mis ojos al igual que mi nariz comenzaron a arderme internamente para que mis ojos se comenzaran a llenar de pequeñas lágrimas que costaban salir. Era una horrible sensación que nunca sentí antes, sin embargo no podía controlarlo.
Escuché pasos entrando al depósito, levanté la cabeza encontrándome al capitán Price que venía a mí, entonces las lágrimas se asomaron aún más, él se percató de eso, confuso y nervioso se apresuró hacia mí.

-¿Qué ocurrió? -preguntó preocupado. Yo no le pude responder, solo lloriqueaba cabizbaja, entonces él también agachó la cabeza al suelo y miró al escorpión muerto, poniéndose más nervioso -¿te ha picado?

Negué con la cabeza -N...no, pero lo maté... -expliqué sollozando. Price respondió en un tono más calmado al ver que no se trataba de una picadura hacia mí.

-¿Pero estás bien? déjame ver tu brazo -sin que pudiera decirle algo tomó mi brazo derecho entre sus grandes manos, girándolo suavemente de derecha a izquierda buscando algún rasguño, pero no encontró nada, entonces su calma volvió otra vez -no tienes nada, no te pasará nada, no te preocupes -retiró sus manos y miró al escorpión que estaba a mi lado- ese tipo de escorpiones son peligrosos, hiciste bien en matarlo.

-No me quiso atacar al principio, lo maté sabiendo que no me iba a lastimar -volví a decirle, empezando a lagrimear de nuevo acompañada con ese sentimiento molesto que me empeoraba. El capitán Price se agachó hasta quedar casi a mi altura para mirarme más, pero yo no quería, desvié la mirada hacia otro lado, esperando lo peor que me tenga que decir, se me venía a la mente el peor insulto y regaño que alguna vez haya escuchado. Pero no fue así, en vez de eso sentí como sus dedos detenían las lágrimas que iban deslizándose por mis mejillas. Mi cabeza estaba doliéndome demasiado, me sentía inflamada, pero en mi interior ya no seguía igual, es como si aquel acto por su parte me hubiese detenido las peores escenas que imaginé al principio.

-No es tu culpa -me dijo en un susurro tranquilo y neutral como él lo suele ser. Pero esa frase me hizo llorar aún más, ya no podía controlarlo, de modo que puse mis manos sobre mis ojos, llorando en oscuridad. No escuché ninguna palabra salir de su boca, creyendo que todo volvía a empeorar por un instante, sin embargo eso no pasó, por su parte supe que se puso de pie y sentí un frote en mi espalda, despegué mis palmas de mis mojados y rojizos ojos, aún con la respiración agitada. Price detuvo su mano de mi espalda y la retiró cuando supo que hizo efecto positivo en mí al calmarme -sal a tomar algo de aire, olvídate de esto, no tiene importancia, créeme.

No profundicé en eso, saliendo del depósito a paso lento.

Llegada de lágrimas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora