20. H

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^No se si sea realmente el veinte.
[⚠️]

[violencia/tema sensible]

Trazaba patrones sobre el papel sin determinar algo concreto, pero era relajante hacerlo y no pensar en nada más. Los papeles de a poco se iban escaseando del uso, quedó uno nomás, del cual en vez de rayarlo, me esforcé en dibujar algo más visible, aunque solo fueron garabatos deformes. Mis oídos captaron pasos que se acercaban a mí, giré mi cabeza y me lo encontré a Graves.

-Creí que te habías ido con los demás -dije con nerviosismo, pues él no venía con buenas intenciones hacia mí. Pero no escuché ninguna respuesta de él. Se aproximó más rápido y ahí fue cuando me agarró del cabello y apretó un pañuelo contra mi nariz. No tardé más de cinco segundos para marearme cayendo en la oscuridad.






Cuando recobré la conciencia, supe que estaba en un lugar desconocido y frío, además no tenía ropa. Despegué mi cabeza del piso forzando mis débiles brazos hasta lograr estar medio levantada. Escuché unas voces masculinas charlando no muy bien, prestando más atención reconocí una de ellas. Me quedé perpleja cuando aquella voz provenía de Graves. Y no estaba haciendo nada para ayudarme.

Él se había marchado dejándome a solas con ese tipo. Le vi el rostro y inmediatamente me horroricé tanto que sentí ganas de llorar. Me arrastré hacia atrás como pude pero él me alcanzó. Agarró de mi cabello empujándome hacia él. Me miraba con una sonrisa perversa como hace tiempo, volví a sentir que regresé a esa horrible pesadilla.

-Todo este tiempo buscándote. -me dijo divertido, pero yo sentía asco, asco de su sucia boca.

-Suéltame. -le dije molesta y aún con miedo. Él solo se rió entre dientes sin apartar sus ojos de mi cuerpo.

-¿Y hacerlo después de estar buscándote por años? no lo creo, linda.

-No me llames así.

Estaba a punto de llorar del miedo. Ni siquiera puedo recordar por qué terminé aquí.

-¿Eres fuerte ahora? es una lástima, porque para mí siempre serás un patético y indefenso insecto. -no se a donde se dirigió pero volvió hacia mi con una jeringa en sus manos. Me tensé cuando me agarró del mentón obligándome a verlo, pero mis pupilas estaban en otro rincón. Comencé a llorar al sentir sus sucias manos de nuevo en mí. -llora lo que quieras, nadie vendrá a salvarte- dijo burlón y entonces trató inyectarme en el brazo, pero yo apreté mis puños haciendo que mis músculos se endurecieran, deteniendo a que la aguja entre completa.

-¡No! ¡ya suéltame! -sacudí mi cuerpo de un brusco movimiento, se tambaleó un poco hacia atrás, me puse de pie y le patee en la entrepierna. Cayó al suelo de rodillas soltando la jeringa que se estrelló en pedazos. Retrocedí unos pasos con miedo al notar su reacción muy poco amable. Se puso de pie dirigiéndose hacia mí con la mirada más perversa sobre su rostro.

Me sujetó con fuerza de las muñecas impidiéndome la movilidad. Le volví a patear en sus partes pero él se la aguantó sin soltarme. Mi corazón empezó a bombear a una gran velocidad del terror y odio. Escuché como se burlaba de mí, la manera de hablarme. Creí que había olvidado todo aquello, pero la misma pesadilla está frente mío, queriendo volver a tratar de lastimar aún más.

-Se nota que has crecido, estás hecha toda una mujercita, mi jefe será muy afortunado de tenerte.

Un horrible escalofrío plagado de odio y repugnancia recorrió mi columna. Fue la chispa que encendió la necesidad de querer acabar con él. La ira fue una masiva nube que cubrió aquellos débiles sentimientos de miedo. Detuve mis pensamientos, la realidad en la que estaba, mi concentración solo se posaba en él.

-Cerdo -dije casi escupiéndole. Apretó más mis muñecas, molesto, pero no me dolió. Lo empujé con brusquedad hacia el suelo zafándome de su agarre y retrocedí hacia atrás. Con la ayuda de mis manos fui guiándome mientras estaba de espaldas, llegué a tocar una superficie alta como una mesa metálica, deslicé mis dedos sobre el metal y agarré un objeto puntiagudo. Cuando ese tipo se empezó a acercar de nuevo, sentí que el corazón se me iba a explotar del nerviosismo. Temí de nuevo por sufrir sus manoseos cuando tenía al rededor de once años, de volver a ser esa niña indefensa.

-Ven aquí mocosa, no pretendas ser difícil ahora.

Pero eso había cambiado, dejé atrás el miedo que le tenía a ese hombre. El tiempo se detuvo cuando corrí hacia él a una gran rapidez,  llena de odio y ira le atravesé la garganta con unas tijeras hasta que la punta de estas mismas se asomaran al sobresalir de su cráneo. Terminé su vida al mover las tijeras hacia un costado arrancándole la mitad de la cara. Pero no era suficiente que ya estuviera muerto, sentía mucho asco y impotencia por todos esos años de sufrimiento con ese verdadero monstruo.
Los pedazos de sus sesos se esparcieron por todos lados al igual que sus intestinos cuando destripé todo su cuerpo al abrirlo como si fuera una floja bolsa llena sangre.

Estaba completamente destrozado como un huevo estrellado. Todos sus órganos y extremidades yacían en diferentes direcciones, pero mi ira aún no se bajaba, los recuerdos traumáticos me impulsaron a seguir golpeando el resto de lo que ahora era. Mi visión se nubló por la sangre que me salpicaba y que tampoco podía limpiar con mis manos manchadas del mismo líquido caliente rojizo. Tan pronto el cuerpo se siguió despedazando, la piel ya era imposible de agarrar en gran tamaño, los restos se multiplicaron en pedazos pedazos inundados sobre el río de sangre.

Al haber acabado con él creí que todo había terminado, pero no es así, cuando miré mi cuerpo rompí a llorar por lo que me había hecho. Exterminarlo no fue la solución para que mi alma se curara de esa horrible herida tan dolorosa y constante. Haberlo matado no me regresaría mi inocencia arrebatada. Mis rodillas se sintieron pesadas y me dejé caer sin fuerzas al suelo mientras lloraba a gritos. Las luces fueron como un gran destello cuando se encendieron de golpe, exponiendo toda la escena a los ojos de los soldados que se acercaban hacia mí con sus armas. Pero no me atreví a defenderme, ni siquiera iba a forcejear contra ellos. Toda mi mente estaba cubierta por la gran nube de dolor. 

Escuché disparos continuos pero no me impactaron a mí, sino a los demás soldado de los cuales sus cuerpos iban cayéndose sobre la sangre. No me dio tiempo a reconocer quien era el hombre que me cargó para sacarme de ahí. El aleteo de un helicóptero se iba acercando más cuando corría por un pasillo que no pude ver al tener mis ojos cerrados.
Sentí que subió conmigo aún en sus brazos mientras descendía hacia el cielo.
Mi corazón seguía latiendo a mil al sentir dolor en mi pecho mientras seguía llorando sin poder para sobre el pecho de no se quien aún.

Hasta que el cansancio me hiciera dormir.

Llegada de lágrimas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora