Las hijas del sultan

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El aire del palacio vibraba con la emoción de los pequeños mientras corrían por los pasillos, ansiosos por reunirse con su padre, el poderoso Suleiman sultán. Sin embargo, la felicidad pronto se desvaneció cuando Mariahm tropezó, cayendo al suelo con un gemido ahogado. Sus oídos captaron las palabras hirientes de la madre sultana, palabras que no deberían haber alcanzado los oídos inocentes de una niña.

"Si le das una hija al sultán, serás olvidada", murmuraba la madre sultana con desprecio, sus palabras cortantes como dagas afiladas. "Las niñas en este palacio solo son peones en este juego, pero si le das un varón, serás sultána".

 "Las niñas en este palacio solo son peones en este juego, pero si le das un varón, serás sultána"

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El corazón de Mariahm se contrajo con dolor mientras las lágrimas inundaban sus ojos. La crueldad de las palabras cortó como un cuchillo, dejando cicatrices invisibles en su alma infantil. Sin pensarlo dos veces, se levantó y corrió hacia su hermana mayor, Raziye, buscando consuelo en sus brazos protectores.

"¿Qué pasa, Mariahm?", preguntó Raziye con preocupación, envolviendo a su hermana en un abrazo reconfortante.

Marhiam, apenas capaz de articular sus palabras entre sollozos, compartió lo que había escuchado, las palabras venenosas que la madre sultana había susurrado en complicidad con Firuze, la nueva concubina. La verdad era amarga y difícil de aceptar, y Mariahm se sentía abrumada por el peso de ella.

Mustafa, observando la angustia en los ojos de sus hermanas, se llenó de determinación. Sabía que tenía que intervenir, proteger a sus hermanas y aclarar este malentendido que amenazaba con romper su familia.

"Deben ir con sus madres", dijo Mustafa con voz firme, tratando de mantener la calma a pesar de la ira que arde en su interior. "Yo hablaré con padre y resolveré esto".

Raziye asintió, reconociendo la valentía y el sentido de responsabilidad de su hermano mayor. "Tienes razón, Mustafa", dijo, tratando de calmar a Mariahm. "Todos tenemos un lugar en el corazón de padre, y él no permitirá que nada nos separe".

Con un último abrazo, las hermanas se separaron, cada una dirigiéndose hacia sus respectivas madres con el corazón lleno de incertidumbre pero también de esperanza. Mustafa, con la determinación ardiente en sus ojos, se encaminó hacia los aposentos de su padre, listo para enfrentar la verdad y proteger a su familia a toda costa.

Raziye envolvió a su hermana Mariahm en un cálido abrazo cuando entró llorando, su rostro reflejando angustia y tristeza. Las otras mujeres, Mahidevran, Hurrem y Halime, observaron con preocupación mientras Raziye explicaba lo que había sucedido.

"Madre, Hurrem, Halime... Mariahm escuchó algo muy doloroso", comenzó Raziye, su voz temblorosa por la emoción. "Escuchó a la madre sultana decirle a Firuze que solo los príncipes son importantes y que las niñas son una carga para el sultán".

Las expresiones de preocupación en los rostros de las mujeres se intensificaron al escuchar las palabras de Raziye. Mahidevran tomó suavemente la mano de Mariahm y la miró con ternura. "Mi querida Mariahm, sé que esto debe haberte hecho sentir muy mal", dijo con voz compasiva.

Yo soy Mahidevran Donde viven las historias. Descúbrelo ahora