Había una vez una joven encerrada en un castillo, todos ustedes pensaran que algún príncipe valiente iría a rescatarla, pero no es así. Por mucho tiempo estuvo cautiva en ese hermoso castillo, pues le era útil al rey, solo que... había más de un mot...
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La luna brillaba en todo lo alto en Los Cárpatos, seguramente eran más de las cuatro de la madrugada, en pocas horas saldría el sol y ella por fin podría salir al menos un momento para respirar un poco del aire fresco e invernal. Desde su ventana podía ver que la actividad de afuera era poca, pues los guardias del castillo caminaban de un lado a otro, supuestamente "velando por la seguridad de todos los residentes".
— ¿Qué clase de seguridad necesita un vampiro? —susurró en silencio—. ¿Que el pueblo no venga armado con ajos, cruces, agua bendita y una estaca?
«Si, quizás eso sea», bufo en sus pensamientos.
La seguridad era una burla a ellos mismos que por lo que sabía todos ellos eran grandes guerreros, incluso las vampiresas del clan. Así que la única razón lógica que acudía a su cabeza era que el hecho de que más de veinte soldados estén justo afuera de su torre y otros dos afuera de su puerta, más la otra veintena de vampiros en el pasillo eran por ella.
«Por qué claro, hay que cuidar que la chica extranjera no se escape del castillo para ir a divulgar la existencia de los nosferatu y decir que: ¡Dracula está en casa, baby!»
Pegó su frente contra el helado cristal de la ventana, miró más allá de los soldados para darse cuenta que no había dejado de caer nieve desde hace dos semanas. Su realidad la golpeo como un tren al darse cuenta que iba a ser imposible escapar de allí. Pues no solo tenía que escapar de los soldados, sino también sobrevivir a las inclemencias del clima.
Así que levanto su cansado cuerpo del sofá y regreso a la cama, como lo hacía siempre que curiosamente despertaba a la misma hora sin saber por qué. Decidió volver a dormir, ya que suponía que a primera hora el rey la llamaría a su oficina, es decir, en dos o tres horas a lo mucho.
«¿Pues no que los vampiros le temen al sol? »
Se detuvo en seco y giró su cabeza hacia la ventana, donde apenas podía distinguir una fina línea anaranjada emergiendo de entre las montañas y que en breve la gran estrella del universo haría su entrada triunfal, mientras los vampiros se burlaban de él como cada día al iniciar sus rutinas. Pues tal parece que todas las cosas que ella había leído sobre las supuestas criaturas de la noche eran falsas.
***
Sus pasos resonaban por el largo pasillo solitario y tétrico, vestido con cuadros de antepasados enmarcados en oro puro, cada uno de aquellos vampiros y vampiresas la miraban con esos ojos oscuros e inquisidores. Esta vez estaba poniendo más atención que la que había puesto a lo largo de dos años y un escalofrío repentino la hizo estremecer. Sus dos guardias que la escoltaban y quienes nunca la dejaban sola, Godric y Stefan, apresuraron el paso sin hacer tanto ruido como ella a pesar de siempre ir armados hasta los dientes, escondiendo un centenar de dagas debajo de sus trajes negros y pulcros.
