De cómo un hombre da perspectiva

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Hola! Bueno, qué les digo. Este cap es un poco más largo y tiene algunas cosas distintas, estoy intentando contar la historia tal y como se presenta en mi cabeza. Así que espero les guste la idea xDD Y bueno, ya veremos... a leer!

Capítulo VI: De cómo un hombre da perspectiva

Neil

—Oye... ¡Oye, idiota! ¿Estás escuchando lo que digo?

Sacudí la cabeza al recibir el golpe de lo que muy seguramente se trataba de un bolígrafo, ¿cómo había hecho para lanzarlo con la precisión de atinar la punta en mi nuca? Eso sí era el verdadero enigma.

—Hijo de puta, ¡no tenía la tapa puesta! —exclamé, sobándome la zona que había sido herida en el impacto. Si había sangre allí, ese imbécil no saldría en dos pies de este edificio. Sobre todo porque los accidentes ocurren en edificios a medio construir todo el tiempo, todo el jodido tiempo.

—No es mi culpa que tú subas sin casco, ¿no deberías dar el ejemplo?

—¿No quieres ver como doy el ejemplo corriéndote de una patada de aquí?

Salomón sonrió mostrándome una hilera de dientes enormes y blancos, cuando sonreía normalmente me recordaba al lobo de la caricatura que desenrollaba su lengua ante la mujer bonita, demasiado blancos y demasiado grandes para verse amigable. Pero él lo era, menos cuando me arrojaba objetos corto punzantes a la cabeza.

—Me amas, Joyce, no podrías correrme aunque tu vida dependiera de eso...

Cruzó uno de sus pesados brazos por sobre mis hombros, dándome una palmada en el pecho. Lo miré de soslayo, notando súbitamente por el rabillo del ojo un tono de color que nada tenía que estar haciendo en ese sitio.

—¡Carter! —llamé con voz firme, logrando que el aludido se diera al vuelta de un brinco—. ¿Dónde llevas esas guardas?

—Las subí desde el segundo, jefe.

Puse los ojos en blanco, sintiendo más que viendo el modo en que Salomón sacudía la cabeza ante la respuesta del chico.

—¿Y por qué mierda subes algo de otros pisos? Está todo diagramado por piso, ese color no lo vamos a usar aquí. Baja esas guardas al lugar donde pertenecen y no toques nada al menos que alguien te dé la orden, ¿entendido?

—Claro, jefe.

Me deslicé fuera del semi abrazo de Salo, ganándome un encogimiento de hombros por su parte. Carter era nuevo y hasta el momento sus idioteces no nos habían costado más que estarnos con los ojos bien abiertos, pero todos sabíamos que era cuestión de tiempo para que tuviéramos que pagar por uno de sus despistes. Y los despistes en la obra eran días de trabajo extra, hombres sin cobrar y mucho de un Neil cabreado necesitando cigarros.

—Si no te corro es porque necesito que mis edificios estén bien iluminados —continué, retomando la conversación anterior pero sin quitarle los ojos de encima a Carter—, ¿cuál es la situación aquí? ¿Tendremos luz pronto o tendré que vender mi culo para conseguirnos una prorroga?

—Por tentador que suene verte vender ese culo tuyo, creo que de momento llegaremos con el plazo. Sólo necesito una semana.

—Te doy una semana de Neil y siéntete afortunado. —Una semana de Neil equivalía específicamente a cinco días, ni uno más ni uno menos.

La sonrisa lobuna de Salo se convirtió en una línea reticente.

—No puedo comenzar a trabajar, hasta que terminen el sistema de plomería—protestó él, deslizándose un lápiz sobre la oreja pretendiendo lucir profesional—. Si me vas a dar cinco días, terminen con la cocina y los baños de las oficinas.

Lista del Padre Perfecto. (Libro 3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora