Extraños

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Sé que mi constancia está un poco floja, pero estoy intentando reencontrarme con las palabras. A veces sale fácil y otra veces, hasta me olvido cómo escribir mi nombre. Espero entiendan y espero que disfruten el cap :D Como ven, hoy las palabras me encontraron a las tres de la mañana!

Capítulo VII: Extraños

No es como si hubiésemos podido explayarnos sobre esa declaración, porque justo cuando estaba por preguntarle a qué se refería, Jace apareció en la puerta de vidrio para reclamar nuestra presencia en la cocina. A partir de allí las cosas pasaron de extrañas a normal casi en un parpadeo, y para el momento en que me encontré sentada frente a un plato de mariscos en la mesa del comedor, ya había medio olvidado lo que Neil y yo discutíamos antes. Me esforcé por ser una buena tía y darle a mi mente el tiempo suficiente como para preocuparse por Bruno, pero mi moral era escasa y en más de una ocasión me descubrí a mí misma desviando la mirada hacia Neil. Él, por supuesto, comía.

Juro por Dios —creo que eso es una blasfemia, pero en mi ignorancia lo perdonaremos— que nunca había visto a un hombre comer tanto y mantener un cuerpo como el suyo. Era antinatural, era antihumano o lo que fuera... a decir verdad, simplemente era injusto. ¿A quién había sobornado para tener un metabolismo tan bueno? Por qué yo debía preocuparme por cumplir con mi rutina de dos horas todos los malditos días en el gimnasio, si al final de cuentas no podía comer una barra de chocolate sin sentir culpa. Infiernos, a veces creo que Dios me hizo mujer sólo para castigarme, porque de haberme hecho hombre yo no conocería el significado de la palabra límites. Y eso sin duda era una blasfemia.

Clavé mi tenedor en el contenido de mi plato, mientras me esforzaba por entrar en la conversación que mantenían los otros tres totalmente ajenos al revoltijo que tenía en la cabeza. Estaba algo dispersa esa noche, así que me costaba el doble de concentración poder enfocarme y al momento en que me creía enfocada, él alzaba la vista en mi dirección, sonreía y en sus ojos casi se podía leer una sola frase: me gusta romper las reglas. Condenado fuera, pero había logrado despertar mi curiosidad y alimentar mi imaginación. ¿Por qué habría dicho eso? ¿Qué reglas romperíamos? Quería que las rompiéramos juntos, ¿cierto? La Sussy ninfómana estaba totalmente a favor de eso.

—¿Qué dices, Sussy?

«Diablos, esa soy yo.» Aparté mis ojos del infinito para situarlos en la atenta mirada de Sam, no tenía ni idea qué estaba diciéndome y me avergonzaba tener que admitirlo.

—¿Sobre qué? —Pero el hecho de que algo me avergonzara, jamás evitó que abriera mi boca y lo expresara. Yo era así.

Neil escondió una sonrisa detrás de su copa de vino —mi copa de vino— y no pude evitar enviarle una mirada de advertencia. Todavía se podía ver la marca de mi labial en el mismo lugar donde el posicionaba sus labios para beber. Y yo estaba allí, apunto de tener un orgasmo visual.

—Te decía que hablé con Lucas hoy, me ha preguntado cuáles son los planes para tu cumpleaños. —Fruncí el ceño, sacándome el aturdimiento de estar mirando a Neil provocándome—. Dice que va a tomarse una semana de vacaciones y va a venir a ver Bruno, le mencioné que estabas aquí... así que...

—¿Así que, qué? —inquirí algo cortante.

No me fascinaba la idea de tener que pensar en mi cumpleaños, mucho menos cuando sabía que el gran treinta y dos estaba a la vuelta de la esquina. En un año más tendría la edad de Jesucristo al ser crucificado, él a sus treinta y tres había muerto y resucitado, y cambiado para siempre la historia de la religión. Me sobrecogía un poco saber que estando tan cerca de esa edad, mis logros se limitaran a tener un guardarropa bien surtido. Aunque había leído algunas recientes investigaciones que sugerían la muerte de Jesús a los treinta y seis, eso era mejor para mí. Me daba cierta paz mental saber que todavía podía desperdiciar algunos años más.

Lista del Padre Perfecto. (Libro 3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora