Las mentiras tienen dos dígitos (parte II)

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Bueno, no pasó casi nada de tiempo... acá vengo para dejarles la segunda parte del capítulo. Como les dije estaba dividido en dos partes. En fin, espero que les guste y... nada, de momento sólo eso :D

Oh para las dudas que surgieron sobre las edades, recuerden que los personajes también cumplen años XD Así que les aclaro que Lara y Bill tienen 34 y 35 respectivamente, Lucas 29, Keila 25, Jace 29 (recién cumplidos, es más joven que Lucas) y Sam tiene 27. 

Capítulo XXII: Las mentiras tienen dos dígitos (parte II)

Neil

En cuanto alcé la vista, ella ya había desaparecido en el interior de la casa y por el modo en que vibraba el aire a mi alrededor, sabía que si me acercaba echaríamos chispas y no del modo divertido. Suspiré, notando el peso de una mirada clavada en mi perfil. Me volví lo suficiente como para encontrarme con los ojos de Lucas escrutándome con evidente recelo. Bueno, pues que le den a él y a sus amenazas de mierda.

Me bebí el resto de cerveza que quedaba en mi botella y me incorporé.

—Voy por otra —dije a modo de explicación, aunque dudo que nadie me estuviese escuchando. Nadie excepto el psicópata que quería abrirme de ombligo a garganta. Él hizo amague de abrir la boca pero le eché una mirada clara y acalladora; no estaba buscando su permiso y si creía que iba a asustarme, pues que vaya viendo que tenía un rival tan o más loco que él.

—Trae una para mí —dijo Bill, interrumpiendo sin saber nuestro enfrentamiento silencioso.

—Y una para mí —exclamó Sam, sacudiendo su botella vacía como prueba de su necesidad. Asentí hacia ambos y justo cuando rodeaba la mesa para entrar a la casa, Jace me detuvo del antebrazo.

—Carga la charola con más queso, ¿quieres? —Me pasó a la susodicha, palmeó mi brazo y me liberó. Jace debía de estar ebrio si estaba delegando la tarea de cortar sus perfectos cubos de queso en mí.

Volví a asentir y casi corrí al interior de la casa, antes de que a alguien más se le ocurriera pedirme algo. Ahora que mi edad era tema de conversación en la mesa, parecía que me iban a convertir en el jodido chico de los mandados. Y diablos, si había algo que detestaba era que me trataran de crío. Ni siquiera cuando fui uno tuve ese trato, nadie vendría a joderme a esta altura de mi vida.

Entré en la cocina y lancé la charola sobre la encimera, causando un ruido sordo que hizo brincar a la única ocupante del lugar. Sussy se volteó desde el otro lado de la isla, dándome una mirada que no se parecía en nada a las que había recibido de ella en los últimos días. Ni siquiera cuando Tess me besó en la boca me miró de ese modo, algo muy parecido al repudio.

—Su... —comencé a decir, pero ella volvió a darse la vuelta y concentrar su atención en la mesada de la que se sostenía.

—¿Cuántos años tienes? —articuló de un modo cortante, dejando bastante evidente su fastidio. No respondí, no quería hablar con su espalda. Ella me observó por sobre el hombro al cabo de unos segundos, tal vez leyendo mi mente—. No es una pregunta tan difícil, Neil, ¿cuántos años tienes?

—¿Veintiocho? —aventuré, midiendo su reacción con cuidado. Sussy soltó una risa seca, completamente desprovista de humor. Mierda—. Menos dos.

Ella se llevó una mano a la cabeza, negando a nadie en particular y volvió a reír con ganas, sin importarle mucho que su risa pudiese llamar la atención de los otros comensales. Una vez que recuperó el control de sí misma, se giró por completo, reposó la cadera contra la encimera y me observó se brazos cruzados. Si esa no era una postura de rechazo en toda regla, no sabía qué otra cosa podía ser.

Lista del Padre Perfecto. (Libro 3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora