Tarde pero seguro

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Esta vez no me tardé mucho, ¿no? Uff... igual les digo que no fue un capítulo fácil. Y más allá de todo, espero que les guste. Gracias por seguir pasándose por acá ^^

Capítulo XXX: Tarde pero seguro

Sussy

Lo vi marcharse sin atinar a abrir la boca para detenerlo; aún cuando sabía bien qué decir, las palabras decidieron no manifestarse. No era tan obtusa como para no darme cuenta que él llevaba algo de razón, pero al mismo tiempo ¿qué importaba si lo hacía? Podía ser que Neil me quisiera e incluso estuviese siendo sincero cuando me dijo que me amaba, pero si no quería a mi hijo todo aquello era inútil. Yo ya no era sólo yo, el Cachorro estaba unido a mí y eso sería para el resto de mi vida. Y sabía que Neil sólo lo aceptaba porque no le quedaba más remedio, el niño o niña estaba hecho, no es como si pudiese hacer de cuenta que no lo notaba. ¿Valdría la pena lanzarme a esa relación cuando era obvio que estábamos en distintas páginas? Sabía que no podía sentarme a esperar que él estuviese preparado, así como tampoco podía seguir ignorando su falta de interés para con el bebé. Pero qué podía hacer, no quería obligarlo a querer a su hijo, no quería manipularlo para aceptar una familia a la que no deseaba pertenecer.

Cansada de no poder apartar esos pensamientos de mi cabeza o atenuar de algún modo la molesta presión en mi pecho, entré a la cocina con la intención de beberme una copa de vino reparador. Entonces recapitulé, recordando que estaba embarazada y lo que menos quería era que me tacharan de negligente. Adiós al vino reparador. Me serví un vaso con agua, notando por el rabillo del ojo una mancha de café seca sobre la estufa. La miré por largo rato con una ausente atención, hasta que sentí el súbito impulso de eliminarla de allí; saqué todos mis productos del armario y me lancé a la tarea como si el espíritu del mismo Jace acabara de poseerme. Inexplicablemente de la diminuta mancha pasé a toda la estufa y de allí al lavabo, la mesada, el refrigerador y los armarios que nunca me parecieron más desordenados que en ese momento.

Mi subconsciente era consciente del burdo intento de distracción, así que por al menos media hora fue más que bienvenido aquel ataque compulsivo de limpieza. Y una vez que acabé con todo lo remotamente limpiable en la cocina, me trasladé a la sala lista para atacar el imaginario desorden allí también. Comencé organizando algunas revistas de moda, libros que ni recordaba tener y continué sacudiendo cojines, moviendo el sofá hacia un lado que me pareció mucho más acorde con el tipo de decoraciones que se estaba estilando, y volviéndolo a mover cinco minutos más tarde. Junté las fotografías que decoraban los bordes de la chimenea y les pasé un trapo una por una, para remover cualquier mota de polvo del rostro sonriente de mis seres queridos. Al llegar a la imagen de la primera ecografía del Cachorro que había hecho enmarcar, no pude ni quise ocultar una sonrisa. Tal vez todo lo que había planeado para llegar a él no había resultado en lo más mínimo, pero nada de eso importaba al contemplar a mi bebé. Él era todo lo que yo había querido desde el principio y no importaba si no podía hacer que su papá lo quisiera, porque yo lo querría tanto que jamás lo dejaría sentir su falta.

Levanté el cuadro para limpiarlo como al resto, pero al sostenerlo noté algo extraño en una de las esquinas traseras. Lo volteé preguntándome por un segundo cómo se habría roto, pero al observarlo con detenimiento me di cuenta que el cuadro estaba en perfectas condiciones. La muesca que se sentía al tacto era una púa de guitarra plateada que alguien había enganchado en uno de los laterales, estaba oculta y al menos que se volteara el cuadro no era visible. Pero allí estaba, Neil había ocultado una púa con un grabado de dos guitarras en el cuadro del bebé. ¿Por qué?

—Estúpido —susurré entre dientes, volviendo a dejar el cuadro en la chimenea con el pulso menos firme que antes.

La presión en mi pecho que tan bien había ignorado desde su partida, regresó conjurada de la nada. Me senté en el sofá manteniendo los ojos fijos en el cuadro, diciéndole y rogándole a mi mente que no le diera un significado equivocado a todo aquello. Tal vez Neil sólo necesitaba un lugar donde colocar una púa para no perderla, podría ser... ¿verdad? ¿O es que en realidad le había hecho un pequeño presente al bebé? ¿Era ese su modo de demostrar que de algún modo lo quería?

Lista del Padre Perfecto. (Libro 3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora