Les juro que ni yo sé qué hago por acá tan temprano. En fin, disculpen si me demoré pero era un capítulo difícil de escribir. Les aviso de nuevo que el domingo me voy una semana a la playa (de nuevo, sí qué vida la mía!), así que espero que el cap. los deje conformes porque cuando vuelva... si no conté mal, nos quedarían dos capítulos más para terminar. ¿Ok? Un saludo y hasta pronto, voy a descansar mi mente para darle un final digno a la historia... o más o menos digno, no presionen :D
Capítulo XXXI: Siempre
Neil
El puto cobarde se encontraba en el piso gimiendo incongruencias, mi respiración salía apresurada de mi boca en cortos jadeos y mis puños adoloridos reclamaban más, más sangre, más carne siendo magullada... mis puños querían su vida. Pero no podía, me dije internamente obligándome a parar y realmente pensar. Exhalé. Mis ojos se movieron casi por inercia hacia el descansillo de la escalera y por un segundo mi pulso se detuvo frente a la imagen que me aguardaba. No estuve seguro de cómo pero llegué hasta ella en tiempo record, acuclillándome a su lado para tomarla entre mis brazos con la mayor de las delicadezas; ella no respondía a mis llamados, no abría los ojos, pareciendo completamente lívida y fuera de sí.
Gruñí una maldición, sin dejar de repetir su nombre y tocar con suavidad su rostro.
—Abre los ojos, nena, mírame —murmuré, sintiendo las palabras raspar a través de mis cuerdas vocales. Mi voz temblaba sin que pudiera evitarlo, yo estaba cayendo en una extraña mezcla de confusión y desespero. Debía moverme, debía actuar o me quedaría allí observándola, siéndole de ninguna utilidad—. Estoy aquí, vas a estar bien.
La levanté en peso, sintiéndola demasiado liviana y laxa entre mis brazos; su boca emitió un quejido vago que golpeó de lleno en mi pecho y la estreché con mayor firmeza. Más allá escuché pasos y voces precipitándose por la entrada principal, pero no le di importancia alguna. Al bajar las escaleras vi a dos oficiales de policía con sus armas desenfundadas, mirando al quejumbroso marica tirado en el suelo con gesto confuso. Uno de ellos me vio por el rabillo del ojo, pero no le di tiempo a que me detuviera o siquiera lo pensara, me dirigí a toda velocidad hacia la puerta, haciendo caso omiso de sus gritos de alto. A la mierda la policía, sabía que me querrían interrogar o algo por el estilo, tal vez incluso abrirían fuego de no ser porque cargaba una mujer inconsciente en los brazos.
Salté a mi camioneta luego de colocar a Sussy en el asiento del copiloto, a tiempo que veía a uno de los oficiales arrancar su coche patrulla y ponerse detrás de mí. ¡Maldito hijo de puta! Detengan al otro. Hizo sonar su sirena en varias ocasiones, pero mi mente estaba desconectada de mi cuerpo y me movía en piloto automático. Acelerar, meter el cambio y llegar al hospital. Esas eran las únicas órdenes que podía seguir en ese instante.
Sussy gimió a mi lado y la miré un segundo, incapaz de no fruncir el ceño con rabia al ver los golpes en su cara; su frente cortada y amoratada, y una tira de sangre seca en su labio inferior. Una parte de mí quería regresar a su casa y golpear al bastardo hasta que pidiera misericordia, lo había dejado respirando sólo por una gracia divina. No tendría problemas en matar al hijo de puta, ni siquiera sabía cómo había sido capaz de detenerme una vez que lo tuve tumbado sobre su espalda. Pero estaba seguro de que eso no importaba en ese momento, debía hacer que ella consiguiera atención medica, debía asegurarme de que estuviese bien y entonces... que Dios lo ayudara, porque iba a sacar la mierda de él a golpes. Y disfrutaría cada maldito segundo.
—Neil... —Su suave voz rompió a través de mis sentidos y apresuradamente extendí una mano para sostener la suya—. ¿Neil?
—Sí, soy yo... tranquila. —No sabía qué decirle, no sabía cómo calmarla cuando todo en mí estaba tan tenso como la cuerda de un arco. Tenía tantas aptitudes para manejar ese momento de tensión con delicadeza, como para ser padre.
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Lista del Padre Perfecto. (Libro 3)
RomanceTodo empezó con el nacimiento de mi sobrino, antes de eso yo estaba bien. Es decir, no excelente, pero razonablemente bien. Pero entonces llegó él con sus ademanes de chico bueno, su carita de ángel, sus chupetas, sus sonrisas enigmáticas, sus ojos...