OK, hola. La intención era hacer más largo este cap. pero si seguía hasta donde quería me iba a quedar de treinta páginas. Así que espero tener la segunda parte pronto. Espero les guste, ya me dirán y no me juzguen muy duro, ya van a saber porque lo digo xDD
Capítulo XXI: Las mentiras tienen dos dígitos (parte I)
Sussy
No voy a negar que la idea de pasar tres días consecutivos y a solas con Neil, no me haya amilanado un poco al principio. Pero resultó que no había grandes motivos para preocuparse por ello, Neil era un compañero excepcional en más de un sentido. Por acuerdo mutuo decidimos no subir al segundo piso, no porque estuviésemos tan chalados como para mitificar la segunda planta de su casa, sino porque allí se encontraba la cama. Y en vista de que no quería soltarle nuevamente el discurso "yo no duermo con nadie" —el cual no fue para nada bien recibido la primera vez—, evitamos todo el asunto y nos limitamos a acampar en su sala; tanto en el sofá como en el piso. Obviamente, esta cuestión motivó a Neil a hacerme cientos de preguntas al respecto, las cuales terminaron por desnudarme en tiempo record más de una vez. Ese tema para mí estaba zanjado, mi cama es mi cama, le había dicho airosa, y si no puedes aceptarlo pues ya me estoy regresando al hotel.
No se discutió más sobre eso, él armó una improvisada cama con mantas y dos alfombras, donde nos echamos a ver películas, a comer y por supuesto, a juguetear. En tres días obtuve mucho sobre él, tanto por el juego de las preguntas como por la simple observación. Cuando Neil se relejaba tendía a ser callado, es decir, cuando Neil se daba la libertad de ser más él y no tanto una persona aceptable para los demás, casi no hablaba. Comía como un desaforado, casi a cada minuto del día y la energía no parecía gastársele nunca; cantaba cuando se duchaba, cantaba cuando cocinaba, cantaba cuando ponía música y cantaba cuando se acostaba. Sí, lo han leído bien. Neil se cantaba a sí mismo antes de dormir, aunque no era una canción en toda regla sino más bien un murmullo bajo. La primera noche que lo hizo, me quedé quieta y expectante, esperando atajar alguna palabra. Pero no había palabras en su nana, sólo un sonido constante y relajante. No le pregunté al respecto, porque me pude hacer una idea del porqué de la nana nocturna durante una de nuestras partidas de preguntas por prenda, como había bautizado Neil al juego.
Cuando logré encaminarlo al tema familiar, me compartió la mayor parte de su vida de un modo muy abierto. Mis padres me tuvieron siendo unos críos, dijo para dar inicio a su relato, mami tenía quince y Vincent diecisiete. Él se refería a su madre casi todo el tiempo con el apelativo de "mami", a su padre le llamaba por su nombre mientras que le decía "papá" a su abuelo. Menudo embrollo, lo sé. Pero él me había dicho que como su madre se refería todo el tiempo a su abuelo como "papá", él también lo hacía y el hombre mayor en una de sus visitas al cementerio, le explicó que la mamá de Celina estaba allí. Así que cuando un joven y confundido Neil quiso saber dónde estaba la suya, su papá le dijo que también estaba allí. Y que Celina era una mamá más pequeña, Celina era una mami, su mami. De ese modo se definieron los roles en su familia y nunca nadie intentó modificarlos.
—Papá se enfadó mucho con mi madre cuando supo que estaba embarazada, le prohibió volver a ver a Vincent y si no fuera porque en los internados no aceptaban niñas en cinta, habríamos acabado los dos allí. —No parecía molestarle hablar sobre esa cuestión, después de todo lo hacía con soltura e incluso con algo de humor—. Cuando tenía como nueve meses Vincent nos secuestró.
—¿Los secuestró? —le pregunté sin poder ocultar mi sorpresa. Él se sonrió, divertido.
—Bueno, papá lo denunció porque técnicamente mami y yo éramos menores. Y Vincent la había convencido de que nos fuéramos con él, que éramos al final de cuenta su familia y que papá sólo intentaba separarnos.
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Lista del Padre Perfecto. (Libro 3)
RomanceTodo empezó con el nacimiento de mi sobrino, antes de eso yo estaba bien. Es decir, no excelente, pero razonablemente bien. Pero entonces llegó él con sus ademanes de chico bueno, su carita de ángel, sus chupetas, sus sonrisas enigmáticas, sus ojos...