Ya sé, pasó un tiempo considerable desde la última actualización. No tengo excusas, simplemente no sentía la chispa para escribir y cuando no se siente, no se puede hacer mucho. Así que esperé... y agradezco a los que esperan conmigo. Sin más, a leer xDD
Capítulo XXXII: Silencio Hassan
Era probable que estuviese desarrollando un síndrome del silencio, por haber sido llamado señor Hassan tantas veces en las últimas veinticuatro horas. Al principio no lo creía posible, pero en ese momento casi y hasta podría firmar con mi sangre que algo así podía ocurrirle a una persona. Cada vez que escuchaba a un médico o una enfermera llamarme señor Hassan, un porcentaje importante de mi elocuencia moría tras mis labios cerrados.
—Ya puede entrar, señor Hassan.
Me encogí de hombros como las mil veces anteriores, guardándome una mueca y la conveniente corrección. Asentí hacia la enfermera que me daba el paso, para adentrarme en la habitación de Sussy de la cual había sido expulsado unos minutos atrás. En realidad la muchacha me había pedido amablemente que me retirara mientras ayudaba a mi mujer a cambiarse de ropa. Bastante ridículo teniendo en cuenta que ella estaba embarazada, ¿cómo pensaba la enfermera que había ocurrido eso? ¿Por obra y gracia del espíritu santo? Era un tipo innovador o al menos eso me gustaba creer, pero incluso yo espero que mis mujeres estén desnudas mientras las amo.
Anda, qué romántico sonó eso.
De todos modos, no había centímetro del cuerpo de Sussy que yo no hubiese investigado a fondo ya. Pero no iba a perder mi tiempo explicándole nada a la enfermera, si ella me quería fuera pues fuera me quedaría. Una vez que la chica se alejó por el pasillo, me colé a través de la puerta a medio cerrar. Ella estaba en la camilla, cubriéndose parcialmente con la sábana mientras cambiaba de canales en la televisión con el mando a distancia. Deslizó una rápida mirada en mi dirección, antes de volver su atención a la programación. Ella no había estado del todo comunicativa durante las últimas horas. Pero si tenía que ser honesto con eso, ella había dormido casi la mitad del tiempo, mientras yo inútilmente buscaba una posición para descansar mi golpeado cuerpo en el demasiado pequeño sofá. La otra mitad del tiempo las enfermeras y médicos estuvieron rondándonos como aves de rapiña, todo perdonable teniendo en cuenta que se estaban asegurando que tanto mamá como pequeño lo estuviesen llevando bien. Y a media mañana cuando creí que tendríamos un segundo para nosotros de paz, apareció el policía para interrogarnos sobre lo ocurrido. Afortunadamente el hombre aceptó bastante bien la versión de Cristian el abogado, así que sus preguntas fueron rápidas y concisas. Luego de interceptarlo en el pasillo, descubrí que su actitud precavida se debía al hecho de que Alan estuviese en el mismo lugar siendo tratado por sus heridas. Las heridas que yo le produje. Ese maldito puto merecía que le lanzaran ácido, en vez de estar recibiendo el trato de las bonitas enfermeras. Pero el mundo era una mierda injusta, hacía mucho tiempo que había aprendido eso.
—¿Quieres que deje las luchas?
Miré sin mirar la televisión, para luego arrastrar los pies hacia la silla que se había convertido en la nueva mejor amiga de mi trasero.
—No —musité en respuesta. No era necesario que me pusiera en ánimos de pelea, porque sería muy capaz de ir en busca de la habitación de Alan para terminar aquel pendiente de una buena vez. Pero entonces no habría argumento que Cristian el abogado, pudiese esgrimir para defender mi culo. Así que me obligué a expulsar esos pensamientos de mi cabeza; no podía matar al bastardo, matar era un pecado en todas las religiones, matar está mal, matar mete a Neil en la cárcel.
Sí, si era capaz de recordarme eso cada cierta cantidad de tiempo, estaría bien.
—¿Qué quieres ver?
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Lista del Padre Perfecto. (Libro 3)
RomanceTodo empezó con el nacimiento de mi sobrino, antes de eso yo estaba bien. Es decir, no excelente, pero razonablemente bien. Pero entonces llegó él con sus ademanes de chico bueno, su carita de ángel, sus chupetas, sus sonrisas enigmáticas, sus ojos...