Lo correcto

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Capítulo XXIII: Lo correcto

Sussy

Había tenido la vaga esperanza de que las cosas se vieran ligeramente mejor poniendo algo de sueño en mi cuerpo, pero no lo hizo a decir verdad. Desperté sintiendo la boca pastosa y seca, casi como si acabara de pasar la lengua por la arena por pura diversión. Me desentumecí con movimientos toscos y me senté para estudiar los alrededores; luego de la discusión con Neil y su consecuente desaparición, las cosas se volvían un poco borrosas para mí. Sobre todo porque decidí descargar mi ira hacia él y su súbita juventud poniendo más alcohol en mis venas; no estaba segura qué esperaba con ello, no es como si el alcohol fuese alguna especie de fuente rejuvenecedora que me enviara seis años atrás en el tiempo. La triste realidad es que había despertado con treinta y dos años, y demasiado consciente de estar bastante atraída por un hombre que hasta podía ser clasificado como un joven hombre. ¿U hombre en vías de desarrollo? ¿Proyecto de hombre? ¿Adolescente crecidito? No importaba cómo lo pusiera, la realidad seguía apestando. Así que me decanté por tomar y en algún momento mis hermanos consideraron conveniente lanzarme en el sofá de la sala, para permitirme afrontar mi edad del modo en que me viniera en gana.

Así que allí estaba, con el cabello alborotado, la boca reseca y una asquerosa sensación subiendo y bajando por mi tráquea de forma amenazadora. Me quité la manta con la que seguramente Jace me habría cubierto —ese acto considerado jamás saldría de uno de mis hermanos, se los digo— y me dirigí a trompicones hacia la cocina. La casa estaba a oscuras y gracias a las paredes de cristal que formaban parte de la mitad de la infraestructura, pude ver que era de noche y que lo sería por al menos varias horas más. Necesitaba beber algo frío, dos ibuprofenos o tres, una taza de café y ya sería un ser humano funcional. Yo sabía como manejar mis resacas, lo aprendí a los quince años enorgulleciendo a mi padre por ser tan buena en el control de los daños colaterales. Él siempre había preferido que cogiéramos nuestra primera borrachera en casa, de ese modo se aseguraba de enseñarnos a ir corrigiendo nuestros errores y se evitaba problemas a futuro. Mi padre se tomaba muy enserio el labor de enseñarle a sus niñas, cómo escoger correctamente con quién sentarse a beber. Me sonreí a mí misma frente al recuerdo y justo cuando me estiré para sacar un vaso de la encimera, alguien se aclaró la garganta en algún lugar de la oscura cocina. Di un grito ahogado, dejando caer el vaso dentro del fregadero y me quedé helada sin saber cómo reaccionar. Mi respiración se atoró en algún lugar camino a mis pulmones y mis manos se aferraron a la encimera hasta que mis dedos se pusieron blancos.

Esta sin duda no era la forma en la que esperaba ser atrapada infraganti, me habían explicado qué hacer si había alguien merodeando cerca de mi auto o si me atrapaban por la espalda, ¿pero cuál era el protocolo a seguir si alguien te encuentra con resaca en una cocina? Una gota helada corrió por mi espina, a tiempo que me giraba muy lentamente hacia la otra persona.

—¡Maldito, hijo de puta! —exclamé, saliendo de mi estado catatónico para ir hasta el otro lado en voladas y asestarle un golpe en la cabeza—. ¿Qué te dije de andar a hurtadillas? —Volví a arremeterle un golpe, mientras él rodaba los ojos y se apartaba cautelosamente hacia el otro lado de la isla.

—¿Te quieres calmar? —Lucas levantó sus manos en paz, pero yo me encontraba lo bastante alterada como para intentar un nuevo acercamiento con mi mano a su cabeza. Me esquivó—. Hice ruido para no asustarte.

—Oh, claro, carraspea como un psicópata en la oscuridad. Justamente eso no iba a asustarme, ¿no se te ocurrió afilar un cuchillo también? —Me atravesó una puntada en ese mismo segundo, así que tuve que relajarme para darle un tiempo fuera a mi cerebro—. Eres un imbécil cuando quieres, Lucas.

Lista del Padre Perfecto. (Libro 3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora