De disculpas, confusiones y confesiones

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¡Hola! Buenos viernes para todos, espero que estén con ganas de leer y no tengo nada particular para decir, pero ya es costumbre saludar. Ya ven, mi mami y mi papi me educaron bien :P


Capítulo XVIII: De disculpas, confusiones y confesiones

Tres días después estábamos de regreso en casa, pero a juzgar por el silencio pensativo de Jace al parecer sólo yo estaba feliz con eso. Lo vi acercándose con nuestros bolsos junto a la línea de desembarque; no que yo no fuese capaz de ir por mi propio bolso, pero a él le gustaba hacerlo con su método que garantizaba tener los bolsos en la mitad de tiempo y sin que ninguna mano extraña los tocara en el proceso. ¿Quién era yo para negarle un gusto a mi psicópata amigo?

—Aquí tienes. —Me entregó mi bolso azul y él se cruzó el suyo por sobre el pecho.

—¿Pasa algo?

Me miró, claramente aún inmerso en sus pensamientos y luego negó sin decir nada. Lo seguí hacia el estacionamiento, donde habíamos dejado mi camioneta la semana anterior y le lancé las llaves para que nuevamente hiciera lo suyo. Jace abrió la cajuela, le echó un vistazo, palpó algo en el exterior de mis paneles y luego me pidió los bolsos para acomodarlos. Era un ritual de viaje que me tenía aprendido de memoria, él no se subiría a la camioneta sin revisarla antes y sabía que era estúpido discutir al respecto. Así que lo dejaba hacer a sus anchas, una vez que estuviese conforme partiríamos, siempre lo hacíamos.

—Todo en orden. —Asentí dándole una breve sonrisa y un pulgar arriba, por muy extraño que fuese, yo me sentiría fuera de lugar si él dejaba de hacer eso luego de alguno de nuestros viajes—. Hablé con Sam ayer.

—¿Eso te tiene intranquilo? —Le lancé una rápida mirada, antes de centrar mi atención en el camino para salir de la zona de aeropuerto—. ¿Pasó algo con Bru?

—No, no, Bru está bien.

—¿Entonces? —Normalmente hablar con Sam era lo último que lo pondría taciturno, y teniendo en cuenta que llevaba una semana lejos de casa, suponía que sólo estaba algo ansioso por verla. Diablos, hasta yo sentía ciertas ansias por verla.

—Tengo que pedirte un favor.

Mis ojos volaron directamente en su dirección, topándome con una muy pobre intención de su parte por lucir desinteresado. Por supuesto que no tenía que ver con Sam, estaba intranquilo porque iba a pedirme algo, algo que seguramente no me gustaría.

—Jamás una frase que haya comenzado así tiene buen final.

—Neil —me regañó, poniendo los ojos en blanco—. No te lo pediría al menos que fuese importante.

—Pero es algo que no me va a gustar, ¿cierto?

—Sam dice que Lucas llega está tarde a Portland —se apresuró a decir, sin darme casi espacio para formular un pensamiento sobre esa información—. Alguien tiene que recogerlo en el aeropuerto y yo... no puedo.

—¿Y yo si? —inquirí con cierta sorna. ¿De aquí a cuando mi trabajo pasó de ser contratista a chofer de tipos raros? Al ver que mi pregunta no surtió ningún efecto en mi interlocutor, relajé el semblante y volví intentar—. ¿Por qué debería?

—Porque... —Agitó una mano como si se tratara de una obviedad y supongo que mi expresión desconcertada, lo animó a ser un poco más claro—. Ha pasado una semana y te aseguro que en todo ese tiempo, Sam ni siquiera se ha acercado a la escoba o a un plumero. Necesito arreglar un poco la casa. —Me miró casi con la suplica escrita en sus ojos grises—. No podré dejar entrar a nadie de lo contrario.

Lista del Padre Perfecto. (Libro 3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora