¡Feliz año nuevo! Espero que lo hayan empezado bien, yo voy a dejar rápido el capi y seguir mi camino. Disculpen pero no creo que vaya a poder responder los comentarios del cap anterior, hoy es el cumpleaños de la persona que más quiero en el mundo mundial. Mi papi!! :D Y también de otra persona más, pero eso dejo que se lo cuenten los chicos. Disfruten la lectura, vamos metiéndonos en esa parte de la historia O.o
Capítulo XXIX: No puedo
El domingo por la tarde me desperté con una sacudida un tanto brusca, arrastrándome fuera de un sueño que había sido desagradable pero del cual no podía recordar detalle alguno. ¿No detestan cuando pasa eso? Me senté en la cama algo aturdida, tratando de situarme en espacio y tiempo; estaba en la casa de Neil. Por eso todo al principio me pareció ligeramente extraño, las sábanas negras de seda —más propias de una cama para película porno que para una habitación de la casa—, el edredón con patrones negros y blancos, y los horribles muñecos de batalla que me observaban desde un estante al otro lado de la habitación. Todo eso sin duda no ayudaba a que el despertar fuese más armónico, mucho menos después de un sueño que sin duda me había dejado inquieta. Neil tenía una habitación de hombre y yo todavía no me sentía con la confianza suficiente como para poner algo de mí allí. Pero no por eso iba a declinar tomar una siesta en su cama, yo dormiría sin importar cuántos muñecos horribles me vigilaran desde los estantes.
Salí de la cama luego de desenredarme de las sábanas y tras colocarme una camisa que él había dejado sobre la silla, me detuve un instante en el espejo y miré mi vientre con expresión crítica. El bulto que hacía el Cachorro bajo la tela de la camisa a cuadros de Neil, apenas era detectable. Bufé ante la expectante mirada de los muñecos feos y luego volví a la cama, arranqué las sábanas de un tirón y las lancé sobre aquellas bestias mironas.
—Ustedes serán los primeros en volar de esta casa. —No que albergara la idea de vivir allí de forma permanente, pero sabía que mi tiempo para tomar una decisión sobre eso se acabaría tarde o temprano. Y tenía que salir con una solución de una buena vez. O bien me mudaba a Portland e intentaba hacer vida de hogar con Neil, o me quedaba en mi casa y él se dedicaba a hacer de papá de fines de semana. Ambas opciones tenían su atractivo, ¿para qué negarlo? No quería dejar todo lo que había conseguido en mi vida sólo por un hombre, eso chocaba con la imagen de mujer independiente que tanto me esforcé por lograr. ¿Eso me hacía egoísta? ¿Acaso era un modo de negarle a mi bebé la posibilidad de tener una familia completa? Por mucho que me decía que el sacrificio debía ser de los dos, sabía que no sería capaz de vivir en paz conmigo misma si hacía que Neil se mudara a mi casa e intentara arreglárselas para seguir trabajando. La posibilidad de que él se trasladara de forma permanente era casi nula, y si lo hacía, cosa que no iba a descartar sin más, lo haría porque se vería sin más opciones. Lo haría porque era lo esperable, no porque en realidad lo quisiera. ¿Y yo lo quería? ¿Quería dejar mi vida e iniciar una completamente distinta en Portland con él?
Mi cabeza comenzaba a gruñir maldiciones con la sola enunciación del problema, no quería pensar en eso. No quería tener que resolver algo que podía esperar hasta el nacimiento del bebé, cuando el Cachorro estuviese con nosotros saldría con una solución. Estaba casi segura de ello.
Me di una rápida ducha, sintiendo la mente desconectada de mi cuerpo. Desde que habíamos iniciado ese arreglo de fines de semana, no había dejado de darle vueltas a mis opciones. Y en todos los casos terminaba tan frustrada como al comenzar. Odiaba no tener soluciones y más odiaba que Neil fuera así de guapo y atento conmigo, de lo contrario no me habría costado nada mandarlo al diablo y lanzarme a la vida de madre soltera. Mientras bajaba las escaleras en su búsqueda, comencé a escuchar gritos e insultos que sin duda harían escocer los oídos de una monja.
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Lista del Padre Perfecto. (Libro 3)
RomanceTodo empezó con el nacimiento de mi sobrino, antes de eso yo estaba bien. Es decir, no excelente, pero razonablemente bien. Pero entonces llegó él con sus ademanes de chico bueno, su carita de ángel, sus chupetas, sus sonrisas enigmáticas, sus ojos...