Cuando empiezan a preguntar por mí, me hacen sentir querida. ¿Qué les digo? xD A veces me da ganas de pintar y no tanto de escribir, por eso estuve un poco ausente (intento hacer arte por algún medio, pero sigo sin tener éxito xDD). Además que esta historia está cada vez más cerca del final y para preparar el final tengo que leerla toda, para ver si estoy siendo coherente. ¿Vieron? En fin... bla, bla, bla. Ya no hablo más, acá tienen un cap de transición... algo para ir poniéndonos en carrera para los últimos ;)
Capítulo XXVIII: Diez por el esfuerzo
Con un giro y un muy necesario bostezo, me estiré tanto como las sábanas me permitieron y al mismo segundo mi mano se estrelló contra algo duro que gimió en protesta. Me volví para encontrar a Neil dormido a mi lado, presionado contra la esquina de la cama casi como si estuviese haciendo equilibrio para no caerse. Sacudí la cabeza, no importaba cuánto tiempo había pasado desde la primera vez que se quedó a dormir conmigo, todavía no me acostumbraba a despertar un día y verlo batallando por dominar al menos un lugar en el colchón. Esa, dentro de todo, era una de las dificultades más simples que teníamos por delante.
Admito que luego de la fiesta de Bru, las cosas se volvieron algo extrañas entre nosotros. Sobre todo porque por mucho que él dijese, nada borraba de mi mente lo que lo había oído admitir a Jace durante su juego de Hockey de aire. Neil no estaba preparado, o no quería o vaya uno a saber qué era exactamente lo que pasaba por su cabeza. Estaba resignado porque era algo que ya no podía cambiar, como el trabajo que obtuvo por coacción de su abuelo o el hermano que se vio obligado a aceptar frente a las circunstancias. A pesar de que Cal era fantástico, pero eso es punto y aparte. No es como si algo de aquello lo hubiese deseado y según él, no había problemas con ello. Pero a mí me hacía ruido, simplemente no podía terminar de entender su lógica de resignación. No podía entender cómo de momentos parecía en realidad querer al Cachorro y en otros ni siquiera detenerse a pensar en él. En ocasiones actuaba y decidía cosas como si no viera que en el futuro el bebé existiría por fuera de mí, y eso creaba una barrera inevitable entre nosotros.
Pero incluso frente a sus vacilaciones o reticencias, él seguía regresando.
—¿Neil? —Le sacudí un brazo y él soltó un sonido que pareció significar "¿qué?"—. ¿A qué hora llegaste?
Se pasó una mano por el rostro, entreabriendo sus ojos dorado lo suficiente como para observar los míos.
—Cuatro.
Solté un bufido frente a su respuesta. Le había dicho en más de una ocasión que se quedara en su casa si se le hacía demasiado tarde. Pues por mucho que me gustaran sus visitas, no me agradaba nada que condujera dos horas estando cansado. Y he aquí nuestra dificultad mayor: la distancia.
Ambos teníamos vidas bien constituidas en nuestras respectivas ciudades, teníamos casas propias y trabajos que demandaban mucho de nuestro tiempo. Ninguno estaba dispuesto a renunciar a todo ello sin más y llevamos los últimos tres meses tratando de ponernos de acuerdo. Neil buscaba una casa en Portland, pero yo no estaba tan segura de querer tener una casa en común con él. Y no por las razones que están pensando, Neil me gustaba y creo que ya dejé en claro cuan estúpida me puedo poner cuando se refiere a él. Pero sabiendo lo que sabía, sabiendo que él estaba diciendo que sí porque no le gustaban mucho más las alternativas, me contenía. Todavía me sentía incapaz de pensar en él, o en lo nuestro como algo más que temporal. Y como era una cobarde, prefería sacar provecho de la situación el tiempo que durase. Si él hacía todo ese viaje tres veces por semana para estar conmigo, yo no iba a ser quien lo detuviera, si él quería dormir poco y mal en mi cama, sin duda yo no iba a persuadirlo de lo contrario. Si esta situación iba a prolongarse por otros tres meses, no existiría una yo racional que lo intentara detener. Porque teníamos esto, fuese lo que fuese, lo teníamos y no quería arruinarlo en busca de respuestas que tal vez no serían satisfactorias.
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Lista del Padre Perfecto. (Libro 3)
RomansaTodo empezó con el nacimiento de mi sobrino, antes de eso yo estaba bien. Es decir, no excelente, pero razonablemente bien. Pero entonces llegó él con sus ademanes de chico bueno, su carita de ángel, sus chupetas, sus sonrisas enigmáticas, sus ojos...