Capítulo 10

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Al tercer día de persecución, pararon sobre una colina rocosa a verificar la dirección de las huellas, pues estas iban desapareciendo conforme avanzaban. De esa manera, les sería imposible averiguar la dirección que el grupo de orcos había tomado, por lo que Aragorn se vio obligado a examinar el terreno meticulosamente.

—Sus rastros están desapareciendo... —anunció, pasando las manos por el suelo.

—El terreno es duro... Es difícil que sus pisadas estén marcadas aquí —repuso Légolas, con el entrecejo fruncido—. Pero lo más seguro, es que tomen el camino fácil a Isengard.

—Fangorn —musitó Isabelle.

El elfo asintió.

—Nos están ganando terreno —espetó el moreno, poniéndose de pie—. Debemos alcanzarlos, antes de que lleguen a la Fortaleza de Hierro, o de lo contrario... —su voz se fue apagando y su mirada se perdió en el horizonte.

—Tendrán que parar a descansar en algún momento —dijo Gimli, tratando de sonar optimista—. Y entonces reduciremos la distancia.

—Si los entregan a Saruman, se dará cuenta de que ninguno de los dos tiene el Anillo y va a... asesinarlos —explicó Aragorn con pesar—. Debemos alcanzarlos cuánto antes.

Se quedaron en silencio, sintiendo la presión sobre sus hombros nuevamente.

—¿Puedes verlos, todavía? —preguntó a Légolas.

El elfo miró detenidamente el campo frente a ellos, tratando de encontrar alguna señal que le indicara la dirección que habían tomado los medianos.

—¡Los veo! —asintió, señalando hacia el sur— Están a un día de nosotros, pero todavía les falta mucho para llegar a Fangorn.

Aragorn asintió, un poco más relajado.

—Seguiremos y nos detendremos en la noche —dijo—. Aún tenemos la ventaja de que ellos no pueden recorrer grandes distancias durante el día.

Cuando siguieron el camino al bosque de Fangorn, Aragorn había encontrado una Hoja de Lorien, uno de los broches que lady Galadriel les había obsequiado, tiradas en medio de la nada. Y, aunque al principio se habían alarmado, luego comprendieron que los medianos la habían dejado caer a propósito para marcarles el camino.

Exhaustos, pero con renovadas esperanzas, siguieron corriendo por el campo verdoso a paso apresurado. Pues debían hacer lo posible para acortar la distancia con el grupo de orcos, mientras había luz solar.

Sin embargo, pasado el mediodía, se vieron obligados a detenerse.

—Viene un grupo de jinetes... —anunció Légolas, ante la mirada inquisitiva de Gimli.

—¿Desde dónde?

—Vienen por el paso cerca de Fangorn.

El rostro regordete del enano se iluminó.

—¡Tal vez se toparon con Merry y Pippin!

—Pero no sabemos quiénes son —puntualizó Isabelle—. Puede ser peligroso.

—Tiene razón. ¿Y si son aliados de Saruman?

—Aún así, es la única manera que tenemos de saber si Merry y Pippin siguen con vida.

Los demás se quedaron en silencio, accediendo de mala gana.

Se ocultaron tras unas rocas y esperaron ahí, hasta que un grupo de aproximadamente cien jinetes pasaron frente a ellos

Ignorando que iban armados hasta los dientes, Aragorn salió del escondite y se paró a mitad del campo.

—¡Jinetes de Rohan! —gritó, llamando la atención de los extranjeros— ¿Qué noticias hay de la marca?

Una batalla por el Amor [Légolas]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora