Capítulo 42

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—¿Crees que es demasiado presuntuoso? —inquirió Arwen con las cejas curvadas, mientras se mordía el labio con nerviosismo— Tal vez debería ponerme algo más simple. Un vestido de los que me obsequió Elrohir, quizá —aventuró, buscando los ojos de la otra elfa a través del espejo.

—Tonterías —negó Isabelle, sacudiendo las manos—. Te ves bellísima. El vestido te queda perfecto. Tú lo haces lucir perfecto.

—Pero... —comenzó la hija de lord Elrond, mirando su propio reflejo con temor— ¿Y si a Aragorn no le gusta?

—Oh, por favor, no... Conozco a Aragorn lo suficiente como para asegurarte que para él, no existe un ser más hermoso que tú y lo seguirás siendo, así te pongas los harapos de un orco —aseguró con una sonrisa resplandeciente.

Arwen llenó sus pulmones de oxígeno y volvió a echar una rápida ojeada a su reflejo en el espejo. Llevaba un vestido celeste pálido que se ajustaba en los lugares apropiados, marcando su preciosa figura, mientras que los rizos castaños caían sobre sus hombros y espalda, haciendo que la piel se le viera muy blanca y sus ojos más azules que de costumbre. Para finalizar su apariencia de ensueño, llevaba puesta una delicada tiara que resaltaba su mirada y se entrelazaba con sus mechones oscuros.

—Es normal sentir que el corazón se te va a salir por la boca, ¿no? —susurró en un hilo de voz. Isabelle soltó una suave carcajada— Lo que quiero decir es que... estoy muy nerviosa —explicó, atropelladamente.

—¿Por qué?

—Yo... esperé tanto por este momento, que ahora no se siente real —balbuceó Arwen—. Soñé con el momento en el que mi camino se uniría permanentemente al de Aragorn, pero... no pensé que cuando eso ocurriera, no sería Aragorn, sino... el rey de Góndor.

Isabelle se acercó a la chica por la espalda, poniendo ambas manos sobre sus hombros.

—Puede que tengas razón. Aragorn se convirtió en el rey de Góndor, pero todavía es el el mismo, Arwen. Sigue siendo la persona que está perdidamente enamorada de ti —musitó, pegando su mejilla a la de la muchacha—. Su vida y felicidad solo estará completa contigo a su lado.

—¿Tú... lo crees?

—No lo creo. Estoy absolutamente segura de eso. Ahora... la cuestión es si tú estás segura de la decisión que tomaste —agregó en un susurro.

Los orbes azules de Arwen brillaron y una débil sonrisa asomó en sus labios, iluminando el resto de su rostro como una antorcha en la oscuridad.

—Nunca había estado tan segura de algo en mi vida —respondió con sinceridad.

—Entonces... será mejor que no lo hagamos esperar más —replicó Isabelle, alegremente.

Arwen asintió y se masajeó las pálidas mejillas, animándose a sí misma.

—Estoy lista —sonrió.

La elfa le devolvió la sonrisa, apartándose lo suficientemente como para entrelazar los dedos de la chica con los suyos y guiarla hacia la salida de la habitación. Afuera hacía un día precioso. El amplio jardín del palacio relucía bajo la luz dorada y las flores parecían más coloridas y radiantes que nunca, al igual que todo en las últimas cinco semanas.

Isabelle y Arwen avanzaron por un estrecho sendero entre la enorme multitud que rodeaba la fortaleza y se abrieron paso entre las personas hasta que llegaron con los demás elfos de Rivendel, en dónde se detuvieron. Arwen temblaba y su mirada reflejaba lo nerviosa que se sentía, aunque había otro sentimiento que Isabelle reconoció a la perfección: felicidad.

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⏰ Última actualización: Sep 05, 2023 ⏰

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