Capítulo 26

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—Isabelle... —repitió— ¿Estás... estás bien?

—Lo está —respondió el mago, adelantándose—. Un poco adolorida, pero nada que un maravilloso té de hiervas no pueda solucionar.

Gandalf avanzó hasta la puerta y les sonrió a ambos, incitando a la elfa a hacer lo que le había dicho, segundos antes.

—Ahora, si me disculpan, hay asuntos que debo atender —anunció y se marchó, dejándolos solos.

—Mi amor... —musitó Légolas de inmediato. Rodeó la cama con decisión y se sentó a su lado, en el lugar que había ocupado el mago anteriormente— ¿Qué pasó? ¿Por qué... regresaron sin decirnos nada?

—Le pedimos a Éomer que les entregara el mensaje —susurró.

—Sí, pero... Éomer también nos dijo que te veías malherida, que apenas podías sostenerte sobre tus propios pies —insistió angustiado—. ¿Por qué no me esperaste? Estaba muy preocupado por ti —agregó, tomando las manos de la princesa entre las suyas.

Isabelle se tensó ante el roce y se apartó con sutileza.

—¿Te lastimaste? —preguntó Légolas, sin notar todavía la lejanía que se interponía entre ambos.

—Me caí, pero no fue nada grave. Es... soportable —mintió.

—Oh, cariño. No sabes cuánto te extrañé...

Légolas levantó una de sus manos y le acarició las mejillas con extrema delicadeza. Luego se inclinó hacia Isabelle y unió sus labios. Pero ella no le respondió el beso. Estaba tan rígida, que parecía haberse congelado.

El príncipe se apartó confundido.

—¿Isabelle...?

—Hay algo que debo decirte —cortó la elfa, soltando todo el aire que no sabía había estado conteniendo.

—¿Pasa algo?

Isabelle asintió, clavando su mirada en el suelo.

—Y-yo estuve pensando en esto... en lo que tú y yo tenemos... —titubeó con la voz entrecortada— Y creo q-que... esto no puede continuar, Légolas.

—¿Q-qué?

—Yo creo que esto fue un... un gran error.

—¿De qué estás hablando, Isabelle?

—Y-yo... lo lamento tanto, Légolas. Pero yo... no te amo.

Las manos del príncipe cayeron sobre el colchón y sus hombros se tensaron. Légolas parpadeó y un escalofrío le recorrió la espina dorsal.

—¿Q-qué estás diciendo?

Isabelle seguía sin atreverse a levantar la cabeza, pues estaba segura que si lo hacía, no podría contener las ganas de llorar.

—Estaba confundida y creí estar irremediablemente enamorada de ti, pero... no es amor lo que siento. Es solo... cariño.

—No es verdad... —la voz se le rompió en un susurro— Nada de lo que estás diciendo, es verdad.

—Légolas...

—Estás mintiendo. Sé que me amas, Isabelle...

La princesa negó, conteniendo las lágrimas que amenazaban con salir. Era como estar siendo empujada al borde de un precipicio.

—Isabelle... —suplicó él, levantándole la barbilla para que lo mirara a los ojos— Por favor... por favor, no me hagas esto.

—Lo siento tanto. Estoy segura... de que encontrarás a alguien que te haga muy feliz.

Una batalla por el Amor [Légolas]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora