Los primeros rayos de sol ya habían asomado sobre las enormes colinas de Edoras, cuando Gandalf había reunido a sus aliados en el salón del rey para un concilio de emergencia, pues su tiempo para actuar frente a otro posible ataque se había reducido a menos de la mitad, luego de que Pippin tuviera un desafortunado encuentro con el Señor Oscuro.
—Yo... lo siento mucho, Gandalf —sollozó el hobbit, por vigésima vez en lo que iba del día—. Solo quería verla una vez más. No sabía que él me vería... a mí.
El mago puso los ojos en blanco.
—Es muy tarde para lamentaciones, Peregrin Tuk —musitó, exasperado—. Lo que debemos hacer ahora, es planear nuestro próximo movimiento.
—Todo esto no habría pasado, si nosotros hubiésemos acabado con Saruman cuando tuvimos la oportunidad —bufó Gimli, recargándose en el trono de Theoden—. ¡No debimos perdornarle la vida!
—Dudo mucho que Saruman haya planeado esto, mi señor enano.
—¿Quién más, sino? Saruman quería mantenernos vigilados y la manera más eficiente de conseguirlo, era dándonos esa... estúpida bola de cristal.
—Ese es el punto, Gimli —indicó el montaraz—. Las piedras videntes son de las posesiones más preciadas de los hechiceros y considerando que el ejército de Saruman fue derrotado, podría asegurar que él no planeaba dejar una de sus últimas armas en nuestras manos.
—Aragorn tiene razón —intervino Isabelle, llamando la atención de todos—. Saruman no tiene intenciones de reparar su alianza con Sauron, así que no creo que haya querido mantenernos vigilados por medio de la piedra...
La elfa había estado sentada al fondo del salón desde el momento en el que aquella tortuosa, reconocida y dolorosa sensación de estar siendo quemada en vida, había acabado, dejándola completamente desorientada y maltrecha. Pero para su suerte, Aragorn se había encargado de llevarla al interior del salón para arroparla y tranquilizarla, y no se había apartado de su lado en ningún momento. Y a pesar de que Isabelle intuía que el montaraz se moría por preguntarle a qué se debía su reacción ante la presencia del Señor Oscuro, agradecía que no hubiese iniciado un interrogatorio a mitad de la noche.
—¿Cómo lo sabe, princesa? —preguntó Theoden, mirándola con curiosidad.
—Él me lo ha confesado, su majestad —musitó—. Saruman no buscaba que Sauron volviera al poder, solo quería sobrevivir y beneficiarse a sí mismo.
—¿Y usted confía en su palabra? —inquirió, escéptico.
—¿Por qué no lo haría?
Isabelle se puso de pie y se acercó a los demás, ignorando el dolor que azotaba cada uno de sus músculos y aumentaba ante el mínimo movimiento.
—Saruman no es más que un traidor... —escupió el rey— Tal vez la engañó para ganar tiempo y huir a Mordor.
—O tal vez sabía que su fin estaba cerca y simplemente decidió redimirse.
—Eso ya no importa —interrumpió Gandalf, dando por finalizada aquella discusión sinsentido—. Tenemos cosas más importantes de las que preocuparnos ahora.
El mago cerró los labios con fuerza y señaló a Pippin, quién se encogió al notar todas las miradas sobre él.
—La visión que tuvo Pippin lamentablemente confirmó las sospechas que teníamos antes de partir a Isengard.
Theoden frunció su arrugada frente, cada vez más confundido.
—¿De qué sospechas hablas, Gandalf?
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Una batalla por el Amor [Légolas]
Fanfiction"A veces, debemos hacer sacrificios por aquellos que amamos". [EN EDICIÓN] Puede que haya ligeros cambios en los capítulos, pero eso no afecta el desarrollo original de la trama. ADVERTENCIA‼️ Incluye algunos capítulos con escenas +18, así que si no...