Una estocada en el cuello bastó para que el último orco en el callejón cayera al pulcro suelo manchándolo con el espeso líquido negruzco que brotaba de su garganta. La bestia movió los brazos y luchó por ponerse de pie, pero fue cuestión de segundos para que se quedara inmóvil.
Ya había perdido la cuenta de cuántas vidas -no inocentes, pero seguían siendo vidas, al fin y al cabo‐, había quitado desde que había lanzado la primera flecha. Pero, a diferencia de otras batallas en las que había participado, esta vez le estaba costando trabajo defenderse ante los enemigos. Estaba cansada y evidentemente asustada por lo que podría pasar, si bajaba la guardia.
La mitad de los hombres de Góndor, había caído en combate, mientras que la mitad restante se encargaba de frenar a las tropas de Sauron que trataban de llegar al corazón de la ciudad, aunque sin mucho éxito.
—¡Van al lado oeste, más allá del Gran Salón! —gritó uno de los soldados.
La elfa se volvió hacia él, frunciendo el entrecejo.
—No puede ser... —masculló Dyreon. Sus ojos se tiñeron de incertidumbre y miedo.
—¿Qué ocurre?
—En el sector oeste está nuestra guarida. Ahí... están las mujeres y los niños —agregó.
—Pero... el escuadrón que está vigilando el lugar debe ser más que suficiente para acabar con los orcos, ¿no?
—No hay ningún escuadrón ahí.
—Debemos ir, entonces —musitó—. Debemos ir cuánto antes.
—No podemos, mi Señora —respondió Dyreon.
—¿De qué estás hablando?
—Ya casi no nos quedan hombres, y si dejamos este lugar sin protección alguna, entonces... será el fin de Minas Tirith.
—P-pero... sus mujeres y niños están en peligro. Si los abandonamos ahí, van a matarlos a todos —titubeó.
—Si abandonamos nuestros puestos, morirían de todas formas, mi Señora —explicó el oficial.
—No pueden hacer eso, Dyreon. Son sus mujeres y sus hijos —repitió, con la voz quebrada.
—Lo sabemos, princesa. Pero si el corazón de la Tierra Media deja de latir, no habrá esperanza para nadie.
Isabelle se cubrió los labios, silenciando un grito de horror que comenzaba a formarse en su boca. Tenía náuseas y se sentía mareada. Sin embargo, era incapaz de juzgar la decisión del soldado, pues en el fondo comprendía que no tenían otra opción. Era un sacrificio necesario por el bien común.
Aunque eso no significaba que estuviese de acuerdo ni que fuera a quedarse de brazos cruzados.
—¡Mi Señora! —gritó Dyreon, pero ella ya se había echado a correr— ¡No vaya, son demasiados para usted sola!
La elfa desapareció entre los callejones, siguiendo la dirección que le habían indicado antes. Sus mechones negros se habían desatado de la coleta y le caían sobre la frente y cuello, pegándose a su piel sudada y salpicada con sangre, pero eso no fue impedimento para que se detuviera. Ni siquiera lo hizo cuando los cadáveres apilados unos sobre otro le bloquearon el camino, ni cuando un par de orcos la atacaron, tratando de detenerla.
A pesar de lo sedienta y fatigada que estaba, el temor a llegar cuando fuera demasiado tarde activaron todos y cada uno de sus sentidos. La adrenalina recorría sus venas e impulsaba a sus maltratadas piernas para seguir corriendo. Pronto, los jadeos irregulares por la falta de oxígeno era lo único que escuchaba, o al menos lo fueron hasta que los gritos de horror y desesperación irrumpieron sus pensamientos.
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Una batalla por el Amor [Légolas]
Fanfiction"A veces, debemos hacer sacrificios por aquellos que amamos". [EN EDICIÓN] Puede que haya ligeros cambios en los capítulos, pero eso no afecta el desarrollo original de la trama. ADVERTENCIA‼️ Incluye algunos capítulos con escenas +18, así que si no...