Capítulo 21

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Los sobrevivientes de la batalla se habían encargado de sacar todos los cadáveres y los escombros a las afueras de la fortaleza, alejándolos lo más posible de la ciudadela para así aminorar el dolor que provocaba en ellos ver a su hombres tirados en las calles, con los cuerpos destrozados hasta el punto que se les había hecho imposible reconocerlos. Si bien dejarlos a la intemperie era un acto cruel, no tenían otra solución para deshacerse de tantos muertos y no podían seguir esperando a que estos se descompusieran frente a sus propias narices, por lo que, después de dos días, finalmente habían eliminado todo rastro físico de la pasada batalla en el Abismo de Helm.

Aunque, emocionalmente, necesitarían muchos años para reponerse de tantas pérdidas.

—¿Milady?

La elfa, quién había estado los últimos veinte minutos sentada frente al fuego de la chimenea, se volteó al escuchar su nombre y una sensación de alivio la embargó, cuando se encontró Nina. La joven tenía el cabello alborotado y un par de moretones en los brazos, pero fuera de eso, se veía animada y resplandeciente.

—Lady Isabelle —exclamó con una enorme sonrisa y se acercó a ella—. Creí que nunca volvería a verla, mi Señora...

—Es un alivio volver a verte —confesó.

La princesa de Vêydna le devolvió la sonrisa y la envolvió en un reconfortante abrazo. La muchacha se apartó con las mejillas enrojecidas y los ojos empapados en lágrimas.

—Lamento mucho no haber podido hacer más por tu gente, Nina —se lamentó de inmediato, con palpable culpa.

—¡Oh, pero usted hizo más que suficiente por nosotros! —chilló.

Nina se giró e hizo un gesto con la mano. Isabelle apenas reparó en la figura delgada que estaba parada a un par de metros. Se trataba de un niño un poco más bajo que ella, de cabellos dorados, delgado y de tes bronceada. Era el muchacho con el que había hablado luego de la explosión en la muralla.

—Él es mi hijo, Jacob —explicó la joven doncella con torpeza—. Él... tuvo que luchar en nombre de nuestra familia y a pesar de que no tenía mucha experiencia, salió totalmente ileso —musitó con un hilo de voz.

Jacob se acercó a la princesa e hizo una reverencia demasiado formal para su gusto. Sus mejillas estaban igual de coloradas que aquella noche.

—Y-yo... quería agradecerle por haber ayudado a Jacob, milady —titubeó Nina—. Si no hubiese sido por usted, probablemente, él no habría regresado con vida...

—Mu-muchas gracias, mi Señora —susurró Jacob.

Isabelle tragó saliva y parpadeó, obligándose a contener las lágrimas.

—No hay nada que agradecer —negó, mirando a ambos rohirrim—. Fuiste tú quién logró torcerle la mano al destino, no yo —agregó con ímpetu.

—Pero si usted no me hubiese dado su espada, yo no habría podido defenderme... —repuso el niño.

Sacó una larga cartuchera que llevaba amarrada a la espalda y la abrió, sacando la espada de la elfa.

—He aquí mi promesa, milady —balbuceó, sujetando la hoja del arma.

—Oh, no... No es necesario, Jacob. Puedes conservarla...

—N-no podría.

—Por favor...

—Usted ya hizo más que suficiente por mí —titubeó el muchacho—. Por favor, acepte esta espada de regreso como muestra de mi gratitud.

La princesa dudó, pero cuando vio la expresión de orgullo y emoción en el rostro de la doncella, sujetó la espada y asintió despacio, dándoles a entender que todo estaba bien.

Una batalla por el Amor [Légolas]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora