Capítulo 20

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Uno de los escombros cayó cerca de la cabeza de Isabelle, aplastando el cadáver de un uruk hai que estaba tirado allí. La elfa, sin embargo, se puso de pie tan rápido como su adolorido cuerpo le permitió. Buscó el arco a tientas y miró alrededor, tratando de descubrir que había provocado semejante estruendo.

—¡Están entrando! —gritó un niño cerca de ella.

A juzgar por su apariencia, estatura y voz, no parecía tener más de doce años. El muchacho llevaba una armadura que le doblaba el tamaño y una espada tan o más vieja que la propia princesa.

Isabelle se acercó a él, respirando con dificultad. Tenía la boca seca y le estaba costando trabajo mantenerse de pie.

—¿Qué ocurrió? —preguntó al niño— ¿Qué fue ese ruido?

El muchacho dirigió sus enormes ojos negros hacia los suyos.

—Los enemigos hicieron estallar parte de la muralla, milady —susurró el más bajo—. Y ahora... están entrando a la ciudadela.

La elfa parpadeó, horrorizada. Pero no tuvo tiempo de reaccionar. Escuchó unas pisadas acercándose a ellos por detrás, se puso en guardia de inmediato, lista para atacar.

—¿Dónde diablos estabas? —bufó Gimli. Tenía el rostro sucio y sudoroso.

—Yo... estuve aquí todo el tiempo.

La mirada de Gimli viajó desde ella hasta el otro extremo de la muralla, contemplando el enorme agujero habían abierto los enemigos.

—Necesito que vengas conmigo —masculló el enano—. Aragorn y Légolas bajaron a detener a los malditos que están entrando, pero son demasiados. No podrán hacerlo solos...

La elfa asintió, pero antes de marcharse, desenvainó la espada y se volvió hacia el niño de cabellos dorados, sosteniéndola de la hoja para que él la tomara.

—Esta tiene mejor filo. Te será más útil —explicó ante la mueca de confusión del contrario.

—Oh, n-no podría, mi Señora —negó el muchacho—. Es su espada...

—Descuida. De todos modos, prefiero usar mi arco —aseguró.

—P-pero...

—¿Cuándo volverás a tener la oportunidad de sostener una espada de los elfos? —insistió con suavidad.

El niño estaba colorado hasta las orejas.

—Mu-muchas gracias, milady —titubeó, tomando la empuñadura de la espada con sus manos temblorosas.

La princesa asintió.

—Prometo devolvérsela. Si es que... sobrevivo —agregó con lágrimas en los ojos.

—Estoy segura de que lo harás —asintió Isabelle.

La elfa comprobó que no hubiera ningún otro enemigo cerca y luego se echó a correr junto al enano. Mientras bajaban las escaleras, dejó de vigilar las alturas de la muralla, comprendiendo que los enemigos ya no escalarían hasta allí, sino que entrarían a través del agujero que había dejado la explosión.

—¡Ahí está Aragorn! —gritó Gimli, señalando a unos cuántos metros de distancia.

El montaraz acababa de clavar su espada en el estómago de un uruk hai y se disponía a bajar la guardia, cuando un nuevo grupo se abalanzó sobre él.

—¡Aragorn! —chilló Isabelle— ¡Cuidado, detrás de ti!

Aragorn retrocedió al ver la tropa de enemigos que se aproximaba y se puso en posición defensiva. Antes de que los orcos lo alcanzaran, una lluvia de flechas plateadas pasó junto a él, derribando a la mitad de los adversarios.

Una batalla por el Amor [Légolas]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora