Capítulo 30

3K 199 8
                                    

El día de la batalla había llegado y para la mala fortuna de las personas en Minas Tirith, el Senescal no estaba dispuesto a ceder ante las amenazas de Gandalf. Denethor sabía que el ejército de Sauron era lo suficientemente grande como para acabar con todos en un par de horas, pero su miedo a perder el trono era mayor que a morir.

—Tal vez lo mejor será que busques refugio y te ocultes, al menos hasta que todo haya terminado —le había dicho el mago a Isabelle, cuando ella le anunció que se uniría a los arqueros de Faramir.

Aunque Gandalf no lo había admitido ni tampoco sugerido, era obvio que la princesa corría un gran peligro si se unía a la batalla, por lo que había hecho lo imposible para convencerla de retirarse e ir a buscar refugio en otro lugar, antes de que los enemigos llegaran. Pero Isabelle no tenía ninguna intención de hacerle caso, pues aunque estaba muy asustada, era evidente que el ataque a la Ciudad Blanca se debía a su presencia ahí y no estaba dispuesta a huir como una cobarde.

Desde que sus padres y su pueblo habían caído, Isabelle había dejado de lado los entrenamientos para poner en práctica todo lo que sabía como soldado en aquella interminable guerra, había participado en considerables enfrentamientos y había eliminado a muchos enemigos, pero ya no se trataba de una simple batalla. Se trataba del pacto que Sauron y sus padres habían sellado, se trataba del destino de la Tierra Media. Antes, no importaba realmente lo que pasara con ella, mientras pudiera proteger a quiénes amaba, pero ahora las cosas eran diferentes. Su vida tenía un valor inconmensurable y no podía desperdiciarla actuando por impulso, sino que debía ser extremadamente cuidadosa, pues Alendir y ella eran fundamental para destruir al Señor Oscuro.

La cuestión era que su hermano había desaparecido del mapa hacía siglos y era imposible llevar a cabo su parte de la misión sin él. Debía encontrarlo antes de que Frodo destruyera el Anillo, pero no tenía ni la mínima idea de dónde estaba el príncipe, y si no lo averiguaba pronto, todo habría sido en vano.

La elfa terminó de arrelgarse las botas, se puso de pie y caminó hacia la salida para regresar a su habitación a buscar las armas, pero mayor fue su sorpresa cuando se dio cuenta que la puerta estaba trancada por fuera y sin importar lo mucho que la forzara a abrirse, el picaporte no cedía.

—Maldición... —masculló en voz baja— ¿Hay alguien ahí? ¿Hola? —gritó con fuerza— ¡Gandalf, sácame de aquí, maldita sea!

Isabelle perdió la noción del tiempo encerrada en esa bodega, pidiendo a gritos que la sacaran de ahí, pero por mucho que golpeaba la pared o tratara de llamar la atención de alguien, no lo consiguió hasta que anocheció. Estaba exhausta y tenía miedo de quedarse encerrada en ese lugar para siempre, así que decidió intentarlo una última vez. Buscó la ventana a tientas, guiándose por la pared, hasta que dio con una cerradura pequeña. Tomó una espada que había junto a ella, subió a una butaca e hizo palanca en la ventana hasta que esta cedió y se abrió de par en par hacia afuera. La princesa escaló a la altura del agujero y con la agilidad de un felino, saltó al exterior de la bodega, cayendo de pie sobre el césped del otro lado. Aunque pronto se dio cuenta de que algo andaba mal. El silencio de la noche se había roto para dar paso a un murmullo que pronto se transformó en gritos desesperados.

Isabelle se detuvo abruptamente. Las manos habían comenzado a sudarle y sus piernas a temblar. Abrió la boca y tragó aire con pesar.

Entonces, los gritos se intensificaron. Esta vez no era una persona o dos, sino que parecía ser la ciudad entera.

La elfa se echó a correr con dificultad, hasta que llegó a la multitud enardecida y se detuvo, viendo con terror como mujeres y niños corrían de un lado a otro tratando de huir.

—¡Mi Señora! —chilló una voz a su lado.

Se trataba de una niña pequeña y delgada, que no aparentaba más de siete años. Los cabellos castaños le caían desordenados sobre su rostro y su pecho estaba salpicado con un líquido rojo: sangre.

Una batalla por el Amor [Légolas]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora