Capítulo 1

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—¡Rápido, Isabelle, sube! —gritó la reina.

—¡No, madre. No voy a dejarte!

—Por favor, hija. Debes ir a Rivendel y avisar a lord Elrond que los Nazgûl nos han atacado.

—Pero... —las palabras se le atoraron en la garganta— No, madre —negó con fuerza—, me quedaré aquí y pelearé.

—Escúchame, Isabelle —la reina miró hacia ambos lados, tratando de analizar cuánto tiempo faltaba para que su palacio quedara sumido en el caos—. Debes ir para avisar a los demás que ellos han regresado.

Ammë*¹, ¿qué pasará con ustedes?

—Nosotros estaremos bien, Isabelle. Pelearemos hasta el final —prometió, apartando una fría lágrima que recorría la mejilla de la princesa.

Ambas sabían lo que probablemente pasaría, pero ninguna se atrevía a decirlo en voz alta. La idea de que esa sería la última vez que se verían, les partía el alma.

—Mientras tú estés a salvo, nuestro pueblo vivirá... al igual que nosotros.

La reina envolvió a su única hija entre sus brazos y le susurró unas palabras en élfico al oído, con la vaga esperanza de tranquilizarla, pero se vieron obligadas a apartase cuando un chillido infernal rompió el silencio de la noche. Ellos habían llegado y la masacre había comenzado.

—Márchate.

—No...

—¡Tienes que irte!

Isabelle la miró horrorizada.

—T-te quiero, madre. —sollozó, con la voz temblorosa—. Sé que estarán bien. Tú, mi padre y nuestro pueblo...

La reina le dedicó una débil sonrisa.

—Vete, mi amor, y no te detengas hasta haber llegado a Rivendel —ordenó, depositándole un beso en la frente—. El camino será peligroso, pero no olvides que el pueblo de los elfos siempre te protegerá...

Isabelle subió al corcel, acomodándose el cinturón con armas alrededor del cuerpo.

—Eres lo más preciado que tu padre y yo tenemos, Isabelle. Todo lo que hemos hecho ha sido por tu bienestar y por el de nuestro pueblo. Sólo... sólo queremos que seas feliz y estés a salvo —la joven elfa asintió, sin comprender del todo a lo que se refería la reina—. No mires atrás. Ve tan rápido como puedas.

Se miraron por un par de segundos más, deseando atesorar ese momento para siempre en sus corazones.

Noro lim, Shëran, noro lim*² —ordenó, inclinándose sobre la cabeza del corcel. Este se echó a correr tan pronto como hubo terminado de pronunciar aquellas palabras.

El viento le golpeó las mejillas húmedas apenas el caballo comenzó a galopar. Las lágrimas seguían deslizándose a través de sus pálidas mejillas, mientras ella luchaba por sostener el nudo que se le había formado en la garganta, deseando que aquella noche no fuese más que una pesadilla.

Miró sobre su hombro una última vez, pero se arrepintió inmediatamente, pues el jardín del palacio estaba sumido en las llamas, al igual que el resto de su hogar. Jaló las riendas de Shëran y se perdió a toda velocidad entre los grandes árboles del bosque.

Cerró los ojos con fuerza cuando volvió a recordar a su padre tirado en el suelo, con una enorme espada de Morgul clavada de lleno en el pecho. Rogaba a los Dioses que las medicinas élficas de las curanderas pudieran detener el veneno y salvarle la vida, aunque en lo profundo de su corazón, sabía que el rey no sobreviviría más de una noche. 

Una batalla por el Amor [Légolas]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora