CAPITULO 4: JUGANDO LA ULTIMA CARTA A TU CORAZON (02)

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Llegaron a su habitación y continuaron en completo silencio. Él se tumbó en la cama y ella se sentó en el sofá cama, abrazando sus rodillas. Joaquín, aún molesto, se levantó, sacó las maletas y empezó a empacar todo. Tomó su teléfono y reservó vuelos para esa misma noche.

- Báñate para que se te pase la borrachera -dijo Joaquín, todavía enfadado.

- Está bien -respondió Makarena en un murmullo y, sin añadir más, hizo caso a Joaquín. Mientras se duchaba, rompió a llorar inconsolablemente otra vez; él la escuchaba y se sentía terrible por la situación. Quería entrar y consolarla, pero el recuerdo de lo sucedido lo atormentaba. Al terminar, salió del baño, encontró su ropa sobre la cama, se vistió mientras Joaquín seguía de espaldas, sin mirarla. Al girar su vista hacia la puerta y ver las maletas, comprendió que las vacaciones habían acabado y solo pudo suspirar.

- ¿Por qué suspiras? ¿Acaso lo que él dijo es verdad? – Preguntó Joaquín sin dejar de mirar su celular.

- ¿A qué te refieres? ¿Estás dudando de mí? – Respondió Makarena, mirando al suelo.

- ¿Quieres saber la verdad? – Indagó Joaquín.

- Sí. – Afirmó Makarena, enfrentándolo.

- No lo sé, estaba parado allí y parecías no molestarte por su beso. – Expresó Joaquín, conteniendo su ira.

- Entonces, ¿piensas que le correspondí? Cuando llegaste, él acababa de besarme. – Exclamó Makarena, elevando su voz.

- Estuve más de veinte segundos observando, y tú no te movías; después lo mordiste. ¿Acaso no sabes gritar o empujarlo? – Preguntó Joaquín, elevando la voz.

- Así que, si dudas de mí, te equivocas. – Dijo Makarena, visiblemente triste.

- No lo sé, ya te dije que aún tengo que procesar lo que vi, no es fácil. – Confesó Joaquín.

- ¿Procesar? ¿Qué tienes que procesar? Te pedí que confiaras en mí y a la primera reaccionas así. – Dijo Makarena, luchando por contener las lágrimas.

- No es fácil ver lo que vi. – Repitió Joaquín.

- Ya veo, supongo que estas son mis cosas y que quieres que me vaya. – Concluyó Makarena, señalando las maletas.

- Son nuestras cosas, y lo único que quiero es regresar a casa; estar aquí me enferma – dijo Joaquín, levantándose. El silencio volvió a reinar durante todo el camino al aeropuerto, en el avión, en el taxi y hasta llegar a su habitación. Ambos entraron y Makarena corrió a encerrarse en el baño. Se sentó en el inodoro y comenzó a llorar, sus sollozos se intensificaban cada vez más. No podía creer que él no confiara en sus palabras. Joaquín, por su parte, había notado cómo ella contenía las lágrimas durante todo el trayecto, pero al oírla llorar desconsoladamente en el baño, se sintió muy culpable. La había visto llorar, escuchado sus palabras y, aun así, no le creía. Se dio cuenta de que había sido un tonto y se acercó a la puerta del baño, pero estaba cerrada con llave.

- Amor, ¿estás bien? – preguntó Joaquín.

- Eso no te importa – respondió Makarena entre sollozos.

- Sí me importa, por favor, ábreme la puerta, necesitamos hablar – insistió Joaquín.

- No, ya dejaste claro que no importa lo que diga o hagas, tú no confías en mí – dijo Makarena, aún entre lágrimas.

- Amor, sé que fui un completo estúpido al no creerte, pero por favor, abre la puerta, hablemos del tema. Sí, mi pequeña, abre, por favor. – Dijo Joaquín.

- Solo déjame sola, necesito estar sola. – Respondió Makarena, abrazándose a sí misma.

- No me voy a mover de aquí hasta que abras la puerta. – Insistió Joaquín.

TU, EL DUEÑO DE MI AMORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora