CAPITULO 3: TU SALVADOR, MI MAYOR ENEMIGO (07)

4 2 4
                                    

Para que entiendas mejor, necesito contarte todo desde el principio. Como sabes, me mudé a Argentina y Joaquín no llegó hasta casi un año después. Durante los primeros meses, apenas salía de casa, comía poco y lloraba cada vez que tenía oportunidad. No quería que nadie se acercara a mí. Mi madre me inscribió en la universidad, pero mi autoestima estaba tan baja que ni siquiera eso me importaba. Había visitado a casi cinco psicólogos, pero ninguno lograba sacarme de la burbuja en la que estaba atrapada. Hacía todo por inercia. Con el tiempo, empecé a asistir a la universidad de mala gana. No tenía amigos y, si algún chico intentaba acercarse, salía corriendo a esconderme en el baño hasta que mi madre venía a buscarme. Así de paranoica estaba. A pesar de todo, mis calificaciones eran buenas y conseguí una beca en el primer semestre, Mis padres estaban más que orgullosos, ya que era una de las universidades más prestigiosas del país. Sin embargo, ni siquiera estudiar Literatura me hacía sentir mejor. Todos los textos que escribía, ya fueran relatos, poemas, prosas o versos, destilaban una profunda tristeza que incluso hacía llorar a mis compañeros. Me conocían como la chica rara, la que se vestía con ropa holgada y no permitía que nadie se le acercase. Al finalizar el segundo semestre, como cada tarde después de clases, fui a la biblioteca a tomar unos libros. Caminaba leyendo el primero de ellos cuando choqué con alguien. El impacto me dejó algo aturdida.

- Dis... disculpa – tartamudeé, recogiendo mis libros apresuradamente.

- No, yo venía distraído, toma (me extendió un libro), esto es tuyo Makarena. – Dijo él. Alcé la mirada aterrada, y cuando mis ojos se encontraron con los suyos, el pánico me invadió. Allí estaba Joaquín, agachado ayudándome a recoger los libros. Abrí y cerré los ojos repetidamente, intentando desvanecer esa ilusión, hasta que su mano rozó la mía, y entonces bajé la mirada de nuevo.

- No, se... te... se equivoca, yo no me llamo Makarena. – Respondí fingiendo confusión.

- Sé que eres tú, te reconocería a kilómetros. – Insistió Joaquín, ofreciendo su mano para ayudarme a levantar, pero la rechacé.

- Por favor, no me moleste, yo no lo conozco. – Contesté, para luego salir corriendo del lugar. Tomé el primer taxi que encontré, y una vez dentro, comencé a temblar. Llamé a mi mamá, le pedí que me esperara en la puerta. Al bajar del taxi, ella le pagó y me abrazó fuerte; sabía que estaba asustada. Mis lágrimas no cesaban, e involuntariamente comencé a gritar de dolor, como no lo había hecho en más de dos meses, Mi madre me acariciaba el cabello y la espalda para calmarme; entramos a la casa y lloré en mi habitación hasta quedarme dormida. Me desperté en la noche al escuchar ruido en la sala. Más tarde, mi madre me contaría que Joaquín había venido a buscarme, queriendo saber por qué reaccioné así, pero ella le dijo que solo yo podía explicarle lo que sucedía, así que él se fue. Me quedé encerrada tres días más, y él tampoco regresó. Aunque no quería ir a la universidad, tenía que hacerlo por los exámenes finales. Entré con temor y sentí alivio al no verlo. Di mis exámenes y, como siempre, terminé entre los primeros. Luego salí a caminar por el campus y me senté bajo un enorme árbol, apoyé mi cabeza en el tronco y cerré los ojos para relajarme. Ya me estaba quedando dormida cuando sentí que alguien se sentaba a mi lado.

- Por favor, no te vayas - dijo Joaquín. Abrí mis ojos asustada al escuchar su voz.

- ¿Qué?... ¿Qué haces aquí?... ¿Cómo me encontraste? - pregunté, abrazando mi mochila y preparándome para huir.

- Te vi salir del aula y te seguí - dijo Joaquín, acercando su mano a mi muñeca, la cual retiré con fuerza.

- No me toques, puedes hablar, pero no me toques - dije, más asustada que enojada, empezando a temblar.

- Pero, ¿por qué no quieres que te toque? ¿Estás bien? - preguntó Joaquín, sorprendido.

- Por favor, solo vete. Yo... no... no quiero verte. No tienes ningún motivo para estar aquí, solo aléjate, por favor, vete, ¿sí? - dije, con los ojos llenos de lágrimas.

TU, EL DUEÑO DE MI AMORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora