CAPITULO 02: BUSCANDO TU PERDON (11)

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- ¿Por qué siempre que quiero seguirla, se interponen? -preguntó Tobías.

- Porque ahora ambos necesitan tiempo para procesar las revelaciones, y sé que entiendes a qué me refiero. -respondió Alice.

- Tú sabías que ella me diría todo eso. -Tobías la miró con tristeza.

- Sí. -Alice lo miró con compasión.

- ¿Por qué no me advertiste sobre lo que diría? ¿Cuándo te contó todo? -insistió Tobías.

- Me enteré hace unos días, y tampoco fue fácil para mí aceptarlo; por eso entiendo que necesitan tiempo para asimilarlo. -explicó Alice.

- ¿De qué hablan? -Lucho preguntó confundido.

- Tobías es quien debe contarte, yo me voy a casa, nos vemos allí. -Alice se dirigió al paradero más cercano.

- ¿Me puedes explicar qué sucede? -Lucho miró a Tobías.

- Ni yo puedo creer todo lo que pasó, amigo. Tu esposa tiene razón, necesito tiempo para procesar todo, solo dame un momento. -Tobías parecía desorientado.

- ¿Estás bien? -Lucho observó a su amigo con preocupación.

- La verdad, no, pero eso es lo de menos. -Tobías dejó caer unas lágrimas que intentó secar discretamente.

- Vamos, te llevo a casa. -Lucho abrazó a su amigo y lo acompañó al paradero donde Alice había partido.

- Está bien. -aceptó Tobías.

Makarena continuó corriendo sin mirar atrás, subió a su auto y, como si estuviera en una persecución, salió a toda velocidad del lugar. A medida que avanzaba hacia su cuarto, el nudo en su garganta se hacía más grande; toda la fortaleza que había mostrado se esfumaba. Las lágrimas empaparon su rostro, empañando su vista, por lo que, maniobrando temerariamente, se estacionó al lado de la vía. Entre gritos de desesperación, liberó todo el dolor acumulado, golpeando el volante intentando calmarse, hasta quedar con el rostro sobre sus brazos. Ya más serena, levantó la vista y el destello de las luces de la calle reflejadas en la piedra de su anillo le sacó una leve sonrisa. Una calidez llenó su corazón y, solo entonces, se sintió con fuerzas para seguir adelante.

Makarena estacionó su auto y subió rápidamente a su cuarto. Al encontrarse sola, el dolor, la desesperación y la angustia, junto con todos los amargos recuerdos, la invadieron. Apoyada aún en la puerta, se deslizó lentamente hasta quedar sentada, dejando fluir en lágrimas, sollozos y lamentos aquello que guardaba en lo más profundo de su ser.

Tobías, aún desconcertado, se dejó llevar a su casa por Lucho, quien, creyendo que Tobías dormía, se marchó. Al oír la puerta cerrarse, Tobías se quitó la cobija y bajó a la cocina, donde agarró la primera botella que encontró y empezó a beber directamente del envase, sintiendo el sabor amargo y ardiente del ron quemar su garganta. Incapaz de soportar el ardor, apoyó la botella en la mesa y, con la cabeza baja, sus sollozos resonaron en la habitación, mezclados con lágrimas. Bebió hasta vaciar la botella y, cegado por la rabia e impotencia, la lanzó con fuerza contra la pared, haciéndola añicos. Intentó caminar, pero los efectos del alcohol se lo impidieron, cayendo ruidosamente al suelo de la cocina, donde, vencido por la embriaguez, el agotamiento emocional y la depresión, se quedó dormido.

A la mañana siguiente, el insistente sonido de su teléfono celular despertó a Makarena, quien sin darse cuenta había dormido apoyada en la puerta de su habitación. Desorientada, palpó a su lado buscando el aparato, sintiendo el frío cerámico del suelo, lo que la alertó. Abrió los ojos y, tras reconocer el lugar, el teléfono sonó de nuevo. Intentó moverse, pero la tensión en su cuerpo le causó un fuerte dolor y sus huesos crujieron. Se relajó, se levantó y buscó su celular en el bolso. La llamada se había cortado, así que lo sostuvo en su mano, entró a su habitación y se lanzó a la cama. Estaba a punto de dormirse cuando el teléfono sonó otra vez.

TU, EL DUEÑO DE MI AMORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora