CAPITULO 4: JUGANDO LA ULTIMA CARTA A TU CORAZON (06)

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Con emoción, Makarena dejó su celular sobre la mesa; finalmente lo vería después de varios días. Ese día, como se había vuelto costumbre, se levantó tarde, comió lo mismo que la noche anterior y pasó horas eligiendo su atuendo más hermoso para verse radiante. Al darse cuenta de que se le hacía tarde, salió tan rápido como pudo, aunque llegó unos minutos tarde al puente donde él ya la esperaba, recostado en la baranda. Invadida por sentimientos encontrados, decidió acercarse despacio y cubrirle los ojos con las manos.

- ¿Adivina quién soy? - preguntó emocionada Makarena, pero él apartó sus manos bruscamente.

- No hay mucho tiempo, así que vamos. Hay un café aquí cerca - dijo Joaquín con una seriedad que la sorprendió.

- Joaquín, ¿estás bien? ¿Por qué me hablas así? Hace días que no nos vemos y ahora me recibes de esta manera - expresó Makarena, asombrada.

- Vamos al café, por favor. Allí hablaré contigo. Tengo algo importante que decirte y, a diferencia de ti, prefiero decir las cosas de frente - replicó Joaquín con un tono sarcástico.

- ¿A qué te refieres? - inquirió Makarena, intrigada, pero él no respondió y comenzó a caminar. Al llegar al café, se sentaron en una mesa apartada y realizaron su pedido.

- ¿Quién hablará primero, tú o yo? - preguntó Joaquín.

- Joaquín, ¿qué te pasa? ¿Por qué estás tan distante conmigo? - dijo Makarena, conteniendo las lágrimas.

- Bien, creo que empezaré yo. Ya sé cuál es tu decisión y realmente me ahorrarías mucho sufrimiento si no tengo que oírlo de tus labios - afirmó Joaquín.

- ¿A qué te refieres? - interrumpió Makarena.

- ¿Me permites terminar? - Preguntó Joaquín.

- Sí, continúa. - Respondió Makarena, bajando la mirada.

- Sé que lo elegiste a él (ella intentó protestar), me dejas (ella asintió), no te haré las cosas más difíciles. Así que diré esto: los vi esa noche, entrando a tu habitación abrazados (ella lo miró sorprendida), y al día siguiente, él me confirmó lo que pasó. Tal vez ya estén saliendo formalmente, no lo sé, pero a diferencia de ti o de él, no puedo quedarme sabiendo esto. Por eso he decidido irme. En tres días tomaré un avión a Argentina y no volveré. He arreglado los papeles y puesto la editorial a tu nombre; te pertenece, ya que el segundo socio mayoritario fue tu padre. Solo tienes que firmar. - Explicó Joaquín, entregándole unos documentos.

- ¿Estás terminando conmigo? - Exclamó Makarena enfadada. - Vine a comunicarte mi decisión, desapareces por días, y ahora llegas con esta tontería. ¿Qué crees que soy? No quiero tu caridad ni tu dinero. Si vas a dejarme, solo hazlo, pero no intentes hacerte el mártir dándome algo. - Dijo Makarena, visiblemente molesta.

- Sabes bien que no es caridad. Por favor, acéptalo, sabes que te pertenece. Y baja la voz, estás causando un escándalo. - dijo Joaquín, intentando calmarla.

- ¡Al diablo con el escándalo! Si vas a dejarme, hazlo por completo. No quiero nada tuyo, ni siquiera me dejas hablar o decir algo, y esperas que me quede callada. Pues no -dijo ella mientras tomaba los papeles y los rompía. -Ahí tienes tu firma. Y sabes qué, entre él y yo nunca pasó nada. Estaba ebria, lo admito, entré al cuarto, lo admito, pero no sucedió nada. Y tú sabes mejor que nadie que recuerdo bien lo que hago. - continuó con la mirada baja, dejando correr sus lágrimas. -Pensaba decirte mi decisión, pero por lo que veo, no la mereces. Ni tú, ni él- dijo con la voz quebrada. -Pensé que confiarías en mí. Quise hablar contigo, explicarte todo, pero ni siquiera me preguntaste, solo le creíste a él. Será mejor que me vaya. Ya no te reconozco, no eres el hombre del que me enamoré - concluyó Makarena. Pero cuando se levantó, cayó desmayada.

- Makarena, ¿qué te pasa? Por favor, despierta. - dijo Joaquín, levantándola en sus brazos, intentando reanimarla. En ese momento, una chica del café se acercó y le hizo oler alcohol. Poco a poco, Makarena recuperó la conciencia.

- ¿Dónde estoy? - preguntó Makarena, aturdida.

- ¿Estás bien? Te desmayaste - dijo Joaquín, preocupado.

- Sí, solo déjame -dijo ella, empujando sus brazos para soltarse. -Tú ya no tienes por qué preocuparte por mi vida. Al final, a pesar de todo lo que dijiste, fuiste tú quien decidió irse y dejarme. Adiós - dijo Makarena, levantándose y saliendo del café aún aturdida, dejando a Joaquín en estado de shock.

Mientras caminaba hacia su auto, las lágrimas cubrían su rostro. Solo pudo abrazarse a sí misma, sintiendo cómo con cada paso, su alma se desgarraba un poco más, recordando cada momento junto a Joaquín y cómo todo estaba terminando. A lo lejos, podía ver el auto de Joaquín y, metros más allá, el suyo. De repente, todo se volvió borroso y cayó al suelo.

Joaquín, tras recuperarse del shock, apretó su puño con fuerza, conteniendo su dolor. Se sentó unos minutos para recoger los pedazos del papel que Makarena había roto, pagó la cuenta y caminó hacia su auto. En el camino, vio una ambulancia y un grupo de personas observando algo, pero decidió ignorarlo y seguir caminando. El auto de Makarena seguía estacionado, lo cual le pareció extraño. Quiso subir a su auto, pero no pudo. Entonces, decidió pasar por última vez por el Puente de los Suspiros y caminar hacia la playa, recordándola con todo el amor que habían compartido. Sentado frente al mar, viendo cómo las olas rompían en la orilla, lloró, sintiéndose un cobarde por dejarla ir así, por no tener el valor de luchar y por la rabia que sentía. Ella era su todo, pero se preguntaba por qué la dejaba ir tan fácilmente, por qué sentía que se estaba equivocando. Decidido a buscarla una vez más, se levantó y caminó hacia su auto, sin darse cuenta de que el de ella seguía estacionado.

En una clínica cercana, Makarena empezaba a despertar después de horas inconsciente, con una vía de medicamentos en su brazo. Todo le daba vueltas, pero al enfocar, vio a Alice sentada cerca.

- Amiga, despertaste. No sabes el susto que me diste -dijo Alice.

- ¿Qué pasó? ¿Dónde estoy? -preguntó Makarena, sentándose en la camilla.

- Tranquila, estás en la clínica. Te desmayaste en la calle y una ambulancia te trajo -explicó Alice.

- ¿Cómo has llegado aquí? -preguntó Makarena.

- Me preocupé por ti, por eso llamé. Una de las señoras que te encontró me atendió y me informó que te traerían aquí, así que vine -respondió Alice.

- Entiendo, ¿cuánto tiempo llevo aquí? -inquirió Makarena.

- Unas cuatro horas, te han hecho análisis, intenté contactar a Joaquín, pero no responde -comentó Alice.

- No creo que lo haga, él terminó conmigo -dijo Makarena amargamente.

- Pero dijiste que se encontrarían para hablar -se sorprendió Alice.

- Eso pensé, pero al final, solo me dijo que no podía seguir con esto, especialmente después de lo de Tobías. Nos vio llegar a mi casa y luego él confirmó lo que pasó, ni siquiera me dejó explicarle, y honestamente, ya no quiero que lo haga, no se lo merece -explicó Makarena, empezando a llorar.

- Tranquila, amiga, quizás es solo por el momento, él te quiere, si te escuchara, podrían resolverlo -consoló Alice.

- No lo justifiques, él fue claro, en tres días se irá y no regresará, ya me abandonó -dijo Makarena, mientras observaba al médico entrar en la habitación.

- Veo que finalmente despertaste, tuvimos que administrarte suero porque estabas muy débil, lo cual es peligroso en tu condición -explicó el médico.

- ¿Mi condición? -preguntó Makarena sorprendida.

- ¿No lo sabías? -se asombró el médico.

- No sé de qué habla, he comido mal estos días por los problemas que he tenido -se defendió Makarena.

- Joven, usted está embarazada -reveló el médico, sorprendiendo a ambas.

- ¿Qué? No, debe haber un error -dijo Makarena en estado de shock.

- No hay error, la prueba de sangre indica (revisando el expediente) que tiene al menos dos meses de embarazo -aclaró el médico, acercándose para mostrarle los resultados.

- Esto no puede ser verdad -exclamó Makarena, aún asombrada.

TU, EL DUEÑO DE MI AMORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora