Hot N Cold

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Jungkook estaba apoyado contra la pared de piedra opuesta a la puerta de Taehyung, cuando la puerta se abrió Jungkook vio a su esposo salir y a juzgar por su estado, él tampoco había dormido nada

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Jungkook estaba apoyado contra la pared de piedra opuesta a la puerta de Taehyung, cuando la puerta se abrió Jungkook vio a su esposo salir y a juzgar por su estado, él tampoco había dormido nada. Se puso en pie de un salto, para gran regocijo de las dos jóvenes sirvientas que no dejaban de reír a sus espaldas. No estaban acostumbradas a verlo de aquella manera, tan despeinado y desaliñado. Jungkook frunció el ceño y su rostro se ensombreció.

—Buenos días.

Taehyung avanzó. el aroma a rosas y a gato de algalia que despedían las cortinas de encaje que rodeaban la cama le había resultado sofocantemente denso la noche anterior. Respiró hondo una bocanada de aire frío y limpio y buscó las notas de clavo y canela que procedían esencial e indiscutiblemente de Jungkook. Parte de la fatiga abandonó sus huesos en cuanto los detectó y, reconfortado por aquel olor familiar, se arrebujó en la bata de lana negra que las doncellas le habían puesto sobre los hombros. Le recordaba a su túnica académica y le proporcionaba una capa extra de calor.

La expresión de Jungkook se disipó mientras atraía hacia él a su esposo y lo besaba con admirable dedicación a los detalles. Las doncellas continuaron emitiendo risitas tontas y haciendo lo que él se tomó como comentarios de ánimo. Una repentina ráfaga de aire alrededor de los tobillos les indicó que había llegado otro testigo. Sus labios se separaron, pero Jungkook tomo el rostro de su esposo con ambas manos y planto un último beso sobre el lunar de su nariz para después regalarle una sonrisa.

—Eres demasiado mayor para estar zanganeando en antecámaras, Jungkookie —comentó su padre, asomando la leonina cabeza desde la sala de al lado— El siglo XII no te sentaba bien y definitivamente te permitimos leer demasiada poesía. Adecéntate antes de que te vean los hombres, por favor, y lleva a Taehyung abajo. Huele como una colmena en pleno verano y a la gente de la casa le llevará tiempo habituarse a su aroma. No queremos ningún desafortunado derramamiento de sangre.

—Habría menos posibilidades de que eso sucediera si dejaras de interferir. Esta separación es absurda —dijo Jungkook, agarrando por el codo a Taehyung—. Somos esposos.

—No lo son, gracias a los dioses. Baja y yo me uniré a ustedes en breve. —Sacudió la cabeza con pesar y se retiró.

Jungkook mantenía los labios apretados, mientras estaban sentados el uno frente al otro en una de las largas mesas del gélido salón principal. Había poca gente en la habitación a aquella hora y los que quedaban se fueron rápidamente después de captar a la legua su expresión severa. Pusieron sobre la mesa, delante de Taehyung, pan caliente recién salido del horno y vino con especias. No era té, pero serviría. Jungkook esperó a que Taehyung bebiera el primer largo trago antes de hablar.

—He ido a ver a mi padre. Nos iremos de inmediato.

Taehyung apretó los dedos con más fuerza alrededor de la taza, sin responder. Algunos pedacitos de piel de naranja flotaban en el vino, ahuecados por el tibio líquido. Los cítricos hacían que se asemejara un poco más a una bebida apropiada para el desayuno.

La Sombra de la Noche KooktaeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora