XXI: Story Of My Life

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La tentativa de llegar al Viejo Pabellón del futuro desde el pasado fue infructuosa

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La tentativa de llegar al Viejo Pabellón del futuro desde el pasado fue infructuosa. Taehyung se centró en el aspecto y el olor del lugar y vio los hilos que los vinculaban a Jungkook y a él a la casa, que eran marrones, verdes y dorados. Pero estos se le escurrían entre los dedos una y otra vez.

Entonces lo intentó con Sept-Tours. Las hebras que los unían al sitio estaban teñidas de la idiosincrásica combinación roja y negra salpicada de plata propia de Jungkook. Se imaginó la casa llena de rostros familiares: Yoo y Dongwook, Ysabeau y Marthe, Yeonjun y Jin, Jimin y Yoongi. Pero tampoco esa vez logró llegar a buen puerto. Ignorando resueltamente el pánico que empezaba a emerger, valoró cientos de opciones en busca de un destino alternativo. ¿Oxford? ¿La estación de metro de Blackfriars del Londres moderno? ¿La catedral de San Pablo?

Sus dedos seguían volviendo a la misma hebra de la urdimbre y la trama del tiempo, que no era sedosa y suave, sino dura y áspera. Recorrió centímetro a centímetro la zigzagueante hebra y descubrió que no era un hilo, sino una raíz conectada a algún árbol invisible. Al darse cuenta de ello, tropezó como si hubiera un umbral invisible y cayó en la sala de estar de la casa de los Kim.

«Su hogar».

Aterrizó sobre las manos y las rodillas, con los cordones anudados aplastados entre las palmas y el suelo. Siglos de encerado y el paso de cientos de ancestrales pies habían alisado hacía tiempo los anchos tablones de pino. Notó el tacto familiar bajo las manos, un símbolo de permanencia en un mundo cambiante. Levantó la vista, casi esperando ver a sus tíos aguardando en el vestíbulo de la entrada. Había sido tan sencillo encontrar el camino de regreso a Daegu que había dado por hecho que ellos los estaban guiando. Pero el aire en la casa de los Kim era silencioso y sin vida, como si ni un alma lo hubiera perturbado desde Halloween. Ni los fantasmas parecían estar en la residencia.

Jungkook estaba arrodillado a su lado, con el brazo todavía enganchado al suyo y los músculos temblando por el esfuerzo de desplazarse por el tiempo.

—¿Estamos solos? —preguntó Taehyung.

Jungkook inhaló los aromas de la casa.

—Sí.

Con su silenciosa respuesta, la casa se despertó y la atmósfera pasó de ser plana y sin vida a densa e inquietante en un abrir y cerrar de ojos. Jungkook lo miró y sonrió.

—Tu pelo. Ha vuelto a cambiar.

Taehyung bajó la vista y, en lugar de encontrarse los rizos de color rubio fresa a los que ya se había acostumbrado, lo que vio fue unos mechones sedosos de un dorado más brillante.

—Debe de ser por el viaje en el tiempo.

La casa crujía y gemía. Se dio cuenta de que estaba reuniendo energías para una explosión.

—Solo son ellos dos.

Aunque sus palabras eran tranquilizadoras, su voz tenía un acento extraño y un tono chillón. La casa lo reconoció de todos modos y un suspiro de alivio llenó la sala. Una brisa bajó por la chimenea y trajo un aroma desconocido a manzanilla mezclada con canela.

La Sombra de la Noche KooktaeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora