Genesis

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—Todas hemos perdido algún bebé, Tae —dijo Goody Alsop, con tristeza—

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—Todas hemos perdido algún bebé, Tae —dijo Goody Alsop, con tristeza—. Es un dolor que la mayoría de las mujeres conocen.

—¿Todas?

Taehyung echó un vistazo a la sala de estar para mirar a las brujas de la congregación de Garlickhythe.

Empezaron a salir historias a borbotones de bebés perdidos al nacer y de otros que habían muerto a los seis meses o a los seis años. Él no conocía a ninguna mujer que hubiera sufrido un aborto..., o creía que no la conocía.

¿Alguna de sus amigas habría sufrido una pérdida así sin que él lo supiera?

—Eres joven y fuerte —dijo Susanna—. No hay razón para pensar que no puedes concebir otro hijo.

Ninguna razón en absoluto, salvo por el hecho de que su esposo no volvería a tocarlo hasta que hubieran regresado al mundo de los nacimientos controlados y las monitorizaciones fetales.

—Es posible —dijo, encogiéndose de hombros de forma evasiva.

—¿Dónde está el señor Roydon? —preguntó Goody Alsop, en voz baja. Su espectro vagaba por la sala como si creyera que podía encontrarlo en los cojines del asiento de la ventana o sentado sobre el aparador.

—Fuera, atendiendo sus negocios —respondió Taehyung, ciñéndose más el chal. Era de Susanna y olía a azúcar quemado y manzanilla, exactamente como ella.

—He oído que estuvo en el Middle Temple Hall con Christopher Marlowe anoche. Viendo una obra, al parecer.

Catherine le pasó a Goody Alsop la caja de confites que había llevado.

—Los hombres ordinarios pueden languidecer terriblemente por un hijo perdido. No me sorprende que a un wearh se le haga especialmente difícil. Son posesivos, después de todo —manifestó la anciana, antes de extender la mano para tomar algo rojo y gelatinoso—. Gracias, Catherine.

Las mujeres aguardaron en silencio, con la esperanza de que Taehyung aceptara la prudente invitación de Goody Alsop y Catherine y les contara cómo lo estaban afrontando Jungkook y él.

—Estaremos bien—dijo Taehyung escuetamente.

—Debería estar aquí —dijo Elizabeth, secamente—. ¡No veo razón alguna por la que su pérdida debiera ser más dolorosa que la tuya!

—Porque Jungkook ha padecido mil años de vida con el corazón roto y yo solo veintinueve —respondió, con idéntica sequedad, molesto por el comentario—. Él es un wearh, Elizabeth. ¿Quieres saber si me gustaría que estuviera aquí, en lugar de ahí fuera, con Kit? Desde luego. ¿Y si pienso rogarle que se quede en El Venado y la Corona por mi bien? De ninguna manera.

Iba subiendo la voz a medida que su dolor y frustración se desbordaban. Jungkook había sido indudablemente dulce y sensible con él. Lo había consolado mientras se enfrentaba a los cientos de frágiles sueños futuros que habían sido destruidos al perder a su hijo.

La Sombra de la Noche KooktaeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora