Perdida en la tentación

Final y Principio

LONDRES- AGOSTO DE 2009

A medida que las primeras horas de un viernes al amanecer se deslizaban sobre ellos, las manecillas del reloj ya habían superado las 2 de la mañana. La brisa fresca de la última semana de agosto bailó a través de las grietas de las ventanas del acogedor apartamento de Hermione y Ron, trayendo consigo una sensación de nostalgia por su matrimonio. En la quietud de la noche, la pequeña Rose y Hugo dormían profundamente, ajenos a la agitación que se estaba desarrollando entre sus padres.

La luna echó un suave brillo sobre la habitación, dando una espeluznante serenidad a la escena. Casi se sentía como si el tiempo se hubiera congelado, dejando solo a Hermione y Ron para navegar a través de sus emociones y llegar a un acuerdo mutuo sobre los términos de su separación. Hablaron en tonos silenciosos, eligiendo cuidadosamente cada palabra mientras buscaban capturar cada acuerdo en las condiciones de su inminente divorcio.

Pero incluso en medio de esta difícil conversación, persistían los ecos del amor que los había unido en primer lugar. Se manifestó en gestos de consideración y comprensión mutua, a pesar del dolor y el dolor que ambas partes sentían. Ron, que inicialmente se había resistido a esta decisión, sorprendió a Hermione con su madurez y voluntad de cooperar. Mientras hablaban, no pudo evitar reflexionar sobre lo lejos que habían llegado de sus días como jóvenes estudiantes en Hogwarts, y lo agridulce que se sentía todo ahora.

A medida que la finalidad de su matrimonio se avecinó ante ellos, Hermione no pudo evitar maravillarse por el crecimiento y la nueva objetividad de Ron. Fue un testimonio de la profundidad de su amor y experiencias compartidas que, incluso en este tiempo tumultuoso, todavía podían encontrar momentos de comprensión y compasión el uno por el otro.

Con sorprendente gracia y facilidad, habían llegado a un acuerdo sobre la custodia, decididos a ser padres de una manera amistosa. Hermione tomaría la iniciativa en la crianza de sus hijos, mientras que la custodia legal sería compartida. Esta amable resolución fue un marcado contraste con la complejidad y la confusión que habían definido su matrimonio. A través de este proceso de separación, habían descubierto un delicado equilibrio que realmente agradó a ambas partes, sin sacrificar las necesidades o deseos de nadie. Era un testimonio de la profunda evolución que habían experimentado como individuos y como pareja.

La inesperada ola de familiaridad que envolvió a Hermione y Ron la arrasó como un cálido abrazo. Encontrar consuelo en sus momentos compartidos con los niños se sintió como volver a casa. A pesar de las difíciles circunstancias, Ron se mantuvo firme en sus tareas domésticas y en el cuidado de los más pequeños, lo que permitió a Hermione mantener el ritmo de vida que habían tejido desde el nacimiento de Hugo, libre del peso de la expectativa.

Día tras día, Ron demostró no solo ser un buen hombre, sino también su mejor amigo. Y debido a esto, Hermione sintió que le debía un poco más de honestidad. Ella había estado planeando esta conversación desde hace algún tiempo.

Con su quinta copa de vino en la mano, Hermione estaba decidida a abordar un tema delicado con el padre de sus hijos. Era hora de aclarar algunos problemas persistentes para que no se quedaran en el aire mientras finalizaban sus acuerdos de divorcio. Ron se merecía esa claridad. El rico vino tinto se arremolinó en su copa, su aroma llenó la habitación mientras tomó otro sorbo y convocó el coraje para decir lo que pensaba. El silencio entre ellos se sentía pesado y tenso, como una tormenta que se estaba gestando en el horizonte. Pero Hermione sabía que era necesario tener esta conversación, por el bien de ambos.

"Hace unos días, te mencioné que quería hablar antes de firmar los papeles oficiales de divorcio..." Hermione comenzó, sus palabras temblando un poco por los nervios abrumadores que la consumían.