Lo inevitablemente obvio

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LONDRES- ABRIL DE 2009

Hermione, consumida por una turbulenta mezcla de emociones, se aferró a cada trozo de información que pudo recopilar sobre Ron después de que se fuera. Ella se basó en las escasas actualizaciones de Harry y trató de respetar la necesidad de espacio de Ron. Pero a medida que pasaban los días, su ausencia se hizo más evidente, dejando que Hermione soportara el peso de cuidar a sus hijos y manejar su exigente trabajo. Afortunadamente, sus padres fueron pilares constantes de apoyo durante este tiempo de prueba. A pesar de sus incansables esfuerzos por analizar y comprender todos los aspectos de su situación, la brutal realidad se avecinó ante ella como una nube de tormenta: era hora de enfrentarse a la verdad y decirle a Ron que su matrimonio había llegado a su final inevitable. No había más espacio para evitar o retrasar, ambos necesitaban tener esa conversación incómoda.

Al tercer día, el regreso de su marido provocó un resurgimiento del anonimato en las horas más oscuras de la noche. Hermione se adelantó con entusiasmo para saludarlo, pero sus palabras se recibieron con una negación educada pero escalofriante de Ron, quien afirmó cansadamente su necesidad de descansar, eligiendo esta vez para retirarse la habitación de invitados donde se había alojado desde ese día.

Las consecuencias de ese fatídico evento los destrozaron de maneras que ninguno podría haber imaginado. Un abismo emocional insalvable se instaló entre ellos, haciéndose más y más profundo con cada día que pasaba. Su vínculo, una vez fuerte, estaba tambaleándose como un castillo de naipes. Hermione se sintió perdida en una espesa niebla, sus intentos de comunicación se cortaron con la hábil evasión de Ron. El tiempo se convirtió en un desenfoque de silencio tenso y frío, poniendo a prueba la paciencia de la joven bruja hasta sus límites. Eran extraños en su propia casa, su vínculo tangible con su conexión pasada, ahora se rompia sin posibilidad de reparación. Fue una realización espeluznante y desgarradora para ella.

La lucha de Hermione por honrar el espacio que Ron parecía anhelar fue una batalla constante dentro de ella. Con cada día que pasaba, su paciencia se veía cada vez más delgada, como un hilo que se tiraba y se estiraba más allá de su límite. Su comportamiento infantil solo amplificó su creciente impaciencia, dejando a Hermione preguntándose cuánto tiempo más podría soportar esta desgarradora distancia entre ellos. El pesado peso en su pecho se hizo más pesado mientras trataba de mantenerse unida en medio de su tensa relación.

Después de días de interacciones tensas y heladas, una noche, su marido finalmente se unió a ellos en la mesa en la cena. Se sentó con un toque de calma en su comportamiento, pero la máscara de seriedad y desapego todavía se aferró a su cara como una segunda piel. Hermione lo despreciaba, detestaba verlo así, porque nunca antes había estado tan distante y cerrado. Tratar de navegar por esta nueva faceta de Ron se sintió como perderse en un laberinto sin fin sin ninguna esperanza de encontrar una salida. Ella anhelaba la calidez y la familiaridad que solía irradiar de su personalidad, ahora reemplazada por una inquietante sensación de malestar a su alrededor.

Había llegado el momento. Hermione podía sentirlo en sus huesos, una agitación de determinación que la empujó hacia adelante. Ella sintió el peso del consejo de su terapeuta que la instó a seguir. Era hora de ser honesta, de hacerse cargo de su vida y enfrentarse a su destino con un coraje inquebrantable. La verdad pulsó dentro de ella, un faro de ardiente resolución que exigía ser liberada. Este fue el momento crucial, cuando finalmente expresaría lo que era y reclamaría el control sobre su destino. A medida que se acercaba a él, el aire a su alrededor parecía cargado de electricidad, crepitar con anticipación de lo que estaba por venir. Y a pesar de que el miedo bailaba en los bordes de sus pensamientos, Hermione sabía que era hora de actuar.

Después de una cena abundante, ambos se centraron en los más pequeños, intercambiando miradas fugaces de complicidad en un intento vacilante de recuperar la disminución de la comunicación entre ellos. Hermione podía sentir sus manos temblando ligeramente de nerviosismo mientras acunaba al pequeño Hugo, sus suaves respiraciones la acurrucaban en una sensación de calma. Una vez que su hija Rose finalmente se fue a dormir, Ron se apresuró a llegar a la sala de estar, ansioso por pasar un tiempo a solas. Y luego, usando un simple hechizo de sueño en su bebé y susurrando disculpas suavemente por tener que recurrir a tales medidas, Hermione siguió los pasos de su marido solo unos minutos después.

Perdida en la tentación Donde viven las historias. Descúbrelo ahora