Actitudes sospechosas

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LONDRES - NOVIEMBRE 2010

Con pasos decididos, Hermione se sumió a través de los grandes pasillos del Ministerio de Magia. Los pisos de mármol brillaban bajo las luces brillantes reflejando las tallas ornamentadas en las imponentes paredes. Mientras hablaba, su voz sonó con fervor y convicción, resonando por los pasillos.

"Es absurdo que no podamos encontrar un solo argumento válido contra esta ley tonta", exclamó, con una mezcla de frustración y determinación. Sus ojos marrones oscuros brillaban de pasión y su cabello volaba detrás de ella como una pancarta de rebelión.

Sophie, la leal e incansable asistente de Hermione, se quedó muy atrás de ella, luchando bajo el peso de una imponente pila de pergaminos polvorientos y documentos antiguos. Cada archivo tenía dentro de siglos de historia y magia poderosa, alimentando la apasionada cruzada de Hermione por la reforma en la comunidad mágica, particularmente con respecto a la igualdad entre todas las especies mágicas y los humanos. Fue una batalla a la que Hermione había dedicado toda su vida profesional, luchando incansablemente por el progreso y el cambio.

Mientras Sophie luchaba por captar la atención de su jefa en medio de las imponentes pilas de tomos pesados y su ritmo frenético, exclamó con urgencia: "¡Srta. Granger!"

Pero Hermione estaba perdida en sus pensamientos, su frente se frunció con una profunda frustración y determinación. Los intentos de la joven de llegar a ella pasaron desapercibidos.

"Mierda, pura mierda", se enfureció Hermione, su voz rebosaba de convicción inquebrantable. "Ya no soportaré este trato bárbaro de los centauros. Los responsables pagarán el precio, marca mis palabras". Ella habló con una feroz determinación que no dejó espacio para discutir, descartando los esfuerzos de Sophie por llegar a ella.

Mientras caminaban por el vasto y silencioso pasillo del Ministerio, cada paso resonaba con una intensidad decidida, como si la determinación de Hermione hubiera tomado una forma física. El aire estaba lleno de tensión, e incluso el sonido de sus pasos parecía añadirlo.

"Señora..." volvió a llamar la secretaria, pero sus palabras sonaban distantes y apenas audibles en comparación con el ferviente discurso de Hermione. Continuó avanzando con un propósito, ignorando los intentos de la secretaria de comunicarse con ella.

"Sé, Sophie. Sé que me estoy tomando esto muy personalmente a pesar de que no es mi caso, pero no descansaré hasta que se haga justicia", respondió Hermione, su tono inflexible mientras continuaba empujando a través de la multitud.

"¡Srta. Granger!" la voz de la joven secretaria atravesó las otras voces, haciendo que Hermione se detuviera en su camino. Se volvió para ver a la secretaria, un ligero pánico evidente en sus ojos mientras trataba de llamar la atención de Hermione. Las otras personas que esperaban el ascensor también se volvieron para mirarlas, su curiosidad despertó por la urgencia en el tono de la secretaria.

"Siento haber alzado la voz", continuó la chica disculpándose mientras se explicaba. "Le he estado llamando durante un tiempo, pero no se detuvo".

La vergüenza inundó los sentidos de Hermione, haciendo que aflojara los rasgos tensos de su cara y recuperara la compostura. No podía creer que hubiera estado hablando consigo misma sin siquiera darse cuenta. Sus mejillas se sonrojaron con un toque de humillación mientras se regañaba mentalmente por estar tan distraída.

La voz de Hermione tomó un tono suave, tratando de compensar su brusquedad anterior. "¿Qué es lo que necesitas, Sophie?" ella preguntó en voz baja.

La tímida voz de Sophie tembló, su timidez palpable mientras hablaba. Sus palabras vacilantes cayeron de sus labios como pétalos delicados e inciertos. "Parece que he dejado mis gafas en la sala de archivos generales", explicó, su voz apenas por encima de un susurro. Se detuvo, mordiéndose el labio nerviosamente antes de continuar. "Quería preguntarte si podía ir a buscarlos".

Perdida en la tentación Donde viven las historias. Descúbrelo ahora