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¿Cuanto tiempo había transcurrido? Seguramente unas tres horas, más para Luffy, todo esa espera ya era una eternidad.

Ingresaron a Zoro a urgencias, no le permitieron estar a su lado. Tenía una incertidumbre enorme, no sabía nada de lo que estaba pasando con su esposo, nadie le había informado sobre su estado aún, si no fuese por Mihawk que le estaba haciendo compañía, hace rato que el pelinegro hubiese invadido los cuartos para encontrar a su pareja y ver con sus propios ojos como se encuentra.

-Relájate Luffy, perdiendo la cabeza no ganas nada- habló Mihawk, entregándole una botella de agua al menor, quién no dejaba de mover uno de sus pies, evidentemente estaba desesperado.

-Ya pasó demasiado tiempo, ¡¿Por que nadie nos dice como están?!- exclamó ansioso, comenzando a pasarse las manos por el pelo, halando de sus cabellos, buscando algo con que distraer su mente involuntariamente -S-si algo les pasa... todo va a ser mi culpa...-

-Luffy, escucha- más al ver que el menor estaba perdido en sus pensamientos, el pelinegro posó una de sus manos sobre el hombro del menor -Esto no es tu culpa, ni la de nadie, a veces, las cosas simplemente pasan-

-P-pero es que si yo hubiera estado más al pendiente, si hubiera traído antes a Zoro al hospital, nada de esto estaría pasando, e-es mi culpa- murmuró agobiado, perdiendo sus ojos en la nada.

-Yo mismo soy testigo de lo mucho que amas a mi hijo, y cuanto te esmeras por cuidar de él y del bebé, Luffy, nadie se imaginó que esto podría llegar a pasar, así que por ellos tienes que calmarte y ser fuerte, Zoro te necesita a su lado para sostenerlo, no puedes derrumbarte ahora- dijo Mihawk firme, tratando de que su yerno se calmara un poco, más el mismo estaba angustiado, la posibilidad de perder a su nieto... era un miedo enorme.

-Gracias suegro, por estar aquí- agradeció Luffy con una pequeña chispa de esperanza en los ojos, pero su sonrisa no estaba presente.

-No me agradezcas nada, tu también eres mi hijo, desde que vi cuán feliz hacías a Zoro- expresó revolviendo los cabellos azabaches del menor, y este formó una pequeña sonrisa en sus labios, ni siquiera su propio padre le demostraba tal apoyo.

-¿El señor Monkey D. Luffy?- pronunció alto una enfermera pelimorada, enfocándose en dos personas que rápidamente se ponían de pie y caminaban hacia ella.

-Soy yo, dígame como está Zoro y el bebé- preguntó sin perder el tiempo.

-El doctor quiere hablar con usted y el paciente- informó dirigiéndose al menor -Me temo que tendrá que esperar aquí señor-

-No hay problema, ve de una vez Luffy- no negaba que quería ver y estar junto a su hijo, más entendía que ahora era Luffy el responsable de esté.

-En cuanto sepa como están, se lo haré saber- declaró Luffy y Mihawk asintió.

-Vamos sígame-

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En cuanto lo vio, no dudo en acercarse rápidamente, le tomo de la mano y la llevó hasta su mejilla -Zoro- le llamó con los ojos cristalizados.

-Luffy...- murmuró el peliverde al ver como su esposo derramaba unas lágrimas.

-¿C-cómo estas... cómo ésta el bebé?- preguntó con miedo, esperando no recibir malas noticias, el mayor lo noto y le sonrió levemente.

𝑀𝑖 𝐷𝑢𝑙𝑐𝑒 𝐸𝑠𝑝𝑜𝑠𝑜Donde viven las historias. Descúbrelo ahora