Capítulo 6

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Llegué a la estación sintiéndome como un fantasma, vacío por dentro, con el peso de las palabras de Eddie aplastándome. Cada paso que daba resonaba con un eco de desesperación en mi mente. Hen y Chimney me vieron entrar, sus miradas preocupadas al notar mi abatimiento.

— ¿Estás bien, Buck? — preguntó Hen, acercándose con cautela.

Chimney, siempre el bromista, intentó levantar el ánimo. — Vamos, hombre, no puede ser tan malo. ¿Qué te pasa?

Pero no podía decirles. No podía poner en palabras el dolor que sentía, la devastación que me consumía. Solo asentí, fingiendo una sonrisa que no llegó a mis ojos. — Estoy bien, solo un mal día.

Intenté mantenerme ocupado, realizar las tareas cotidianas, pero todo me recordaba a Eddie y a lo que habíamos perdido. Cada rincón de la estación tenía algún eco de nuestros momentos compartidos, haciendo más difícil mi intento de mantener la compostura.

Y entonces, lo vi entrar. Eddie, con su porte firme y su mirada endurecida. Evitó mi mirada deliberadamente, ignorándome por completo. Sentí una punzada de dolor en el pecho, como si me hubieran atravesado con una flecha. El desprecio en su mirada era palpable, y cada segundo que pasaba sin que me dirigiera la palabra era un tormento.

No pude soportarlo más. Me dirigí a las duchas, buscando un lugar donde pudiera estar solo. Me apoyé contra la pared, el frío de las baldosas un contraste con el fuego de mi desesperación interna. Las lágrimas comenzaron a fluir, silenciosas y amargas.

Las lágrimas fluían libremente, y sentía que me estaba desmoronando, pieza por pieza, sin poder detener la avalancha de emociones. El dolor de perder la confianza de Eddie, de ver cómo se alejaba de mí, era más de lo que podía soportar. Todo lo que había construido, todo lo que habíamos compartido, se había desvanecido en un instante.

El turno siguió, y cada minuto se sentía como una eternidad. Eddie me ignoraba sistemáticamente, solo hablándome cuando no tenía otra opción, y únicamente para pedirme alguna herramienta durante las emergencias. Cada vez que lo hacía, su voz era fría, profesional, sin rastro de la amistad y el cariño que solía acompañar nuestras interacciones. Cada palabra que me dirigía era como un cuchillo clavado en mi pecho, recordándome lo lejos que estábamos ahora.

Traté de mantenerme enfocado en el trabajo, de seguir adelante a pesar del dolor que me consumía. Pero era difícil. Cada mirada indiferente de Eddie, cada gesto de distancia, hacía que mi corazón se partiera un poco más. Sentía que me estaba ahogando en un mar de desesperación, incapaz de encontrar un respiro.

Bobby, siempre atento, notó mi estado y me pidió que hablara con él en su oficina. Sabía que estaba intentando ayudarme, pero en ese momento, la última cosa que quería era hablar.

— Buck — comenzó Bobby, con su tono preocupado — necesitamos hablar sobre lo que está pasando.

— ¿Hablar? — solté, mi voz quebrándose por la mezcla de frustración y dolor. —¿Qué más hay que decir? Tú me dijiste que fuera y le hablara, que le mostrara mis sentimientos, ¡y mira dónde estamos ahora! ¡Eddie me odia, Bobby! Todo está peor que nunca.

Bobby suspiró, cruzando los brazos mientras me miraba con empatía. — Buck, solo intentaba ayudarte a ser honesto contigo mismo y con Eddie. No podía prever cómo reaccionaría él.

—No entiendes — dije, mi voz llena de amargura. —He perdido a mi mejor amigo. He perdido a Chris. Eddie no quiere verme, no quiere hablarme. Todo lo que he hecho ha sido en vano. No soy más que un desastre andante.

— Es difícil ahora, lo sé — dijo Bobby, su voz suave. — Pero Eddie también está pasando por un momento muy complicado. Dale tiempo.

— ¿Tiempo? — repetí, mi voz subiendo de tono. — ¿Cuánto tiempo, Bobby? Cada segundo que pasa, se aleja más y más. Siento que estoy perdiendo todo lo que importa en mi vida, y no sé cómo arreglarlo.

911: BorderlineDonde viven las historias. Descúbrelo ahora