Capítulo 20

1.1K 93 0
                                    

Los días pasaban lentamente para mí, cada uno más monótono que el anterior. Estaba sentado en el sofá, sintiendo el peso del tiempo y la frustración acumulada. Buck y Carla habían sido una ayuda invaluable, siempre presentes para cualquier cosa que necesitara. Además, el resto de la 118 se turnaba para visitarme, asegurándose de que no nos faltara nada ni a Chris ni a mí.

A pesar de su esfuerzo y dedicación, no podía evitar sentirme como una carga. No podía trabajar, no podía cuidar de Chris, y ni siquiera podía cuidar de mí mismo adecuadamente. La pérdida de mi independencia me golpeaba con fuerza cada día.

Ahora podía ver algo, aunque no mucho. Todo era borroso, sin formas definidas, como si estuviera viendo el mundo a través de un vidrio empañado. Esforzarme para ver mejor solo me provocaba dolores de cabeza, Chris era mi mayor motivación. A veces, cuando lo escuchaba hablar o reír, me recordaba por qué debía seguir adelante, aunque cada día pareciera una lucha sin fin. La determinación de Buck y el amor de mi hijo eran los pilares que sostenían mi ánimo.

La rutina era sencilla pero agotadora. Buck me ayudaba con casi todo. Carla se encargaba de la mayoría de las tareas del hogar, y mis compañeros de la 118 hacían todo lo posible para que me sintiera parte de la familia, aunque no pudiera estar allí con ellos en el campo.

Cada día, me esforzaba por ver algo más claro, por percibir formas y colores con mayor nitidez. Aunque a menudo me sentía derrotado, la esperanza de recuperar la vista me mantenía en pie. Sabía que no estaba solo en esto, que tenía a personas increíbles a mi alrededor que no me dejarían caer. Y aunque era difícil admitirlo, me sentía agradecido por su apoyo incondicional.

Estaba sentado en el sofá cuando el teléfono sonó. Al ver el nombre de mi hermana Adriana en la pantalla, respondí, esperando una conversación tranquila. En lugar de eso, lo primero que escuché fue su voz furiosa gritando:

— ¡¿Cómo pudiste no decirnos nada sobre el accidente, Eddie?! ¡Somos tu familia!

Intenté disculparme, pero apenas pude intercalar una palabra cuando escuché a Sofía, mi otra hermana, gritando también a través del teléfono:

— ¡No puedo creer que nos hayas dejado fuera de esto! ¡Iremos a verte!

Solté un suspiro y sonreí un poco ante la intensidad de mis hermanas. A pesar de todo, era reconfortante saber que se preocupaban tanto. Sin embargo, mi sonrisa se desvaneció cuando Adriana añadió:

— Mamá y papá también vendrán.

Mi corazón se hundió y la ira comenzó a burbujear en mi interior. La relación con mis padres siempre había sido complicada, y la idea de tenerlos aquí, con toda la tensión y el juicio que traían consigo, no era algo que me emocionara. Me quedé en silencio un momento, tratando de contener mi frustración.

— Eddie, ¿estás ahí? — preguntó Adriana, con un tono más suave.

— Sí, estoy aquí — respondí finalmente, esforzándome por mantener la calma—. Está bien, entiendo que vengan, pero quiero que sepan que estoy bien. Buck y Carla me han estado cuidando, y mis compañeros también han estado aquí para mí.

— Eso no importa, Eddie — intervino Sofía — Somos tu familia, y queremos estar allí contigo.

— Lo sé, lo sé... — dije, resignado — Los espero entonces.

Colgué el teléfono y me quedé mirando el dispositivo en mis manos, sintiendo una mezcla de emociones. Por un lado, la visita de mis hermanas me alegraba; siempre habíamos tenido un vínculo fuerte. Pero la perspectiva de enfrentar a mis padres en mi estado actual me llenaba de ansiedad y enojo.

911: BorderlineDonde viven las historias. Descúbrelo ahora