Capítulo 18

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Me sentía destrozado. No podía ver nada después del accidente. La oscuridad era opresiva, y cada segundo sin poder ver me llenaba de más miedo y desesperación. Intenté mantener la calma, pero la realidad de mi situación me sobrepasaba.

Escuché la puerta abrirse y supe que era Chris entrando en la habitación del hospital a escuchar el sonido de sus muletas. Su energía usualmente llenaba el espacio, pero ahora solo aumentaba mi ansiedad. — ¡Papá! — gritó, y sentí sus pasos apresurados acercándose a la cama.

Extendí mi mano de manera tentativa, sintiendo el vacío — Chris... —dije, tratando de no quebrarme por completo.

Entonces sentí la mano de Buck en mi hombro — Eddie, es temporal. Los doctores dijeron que es por la conmoción cerebral. Van a hacer todo lo posible para que recuperes la visión. Solo tienes que ser fuerte, como siempre lo eres — me dijo con una voz firme, tratando de consolarme.

Chris se lanzó sobre mí, abrazándome con todas sus fuerzas. Mi corazón se rompió en mil pedazos. No poder ver a mi propio hijo, no poder verlo crecer... Me llenó de un dolor indescriptible — Chris, no te preocupes, papá está aquí. No te preocupes — le dije, aunque en realidad, esas palabras eran más para mí que para él.

Buck se acercó aún más y añadió con suavidad — Eddie, estamos aquí para ti. Vamos a superar esto juntos, ¿vale?

Solté un sollozo, sintiendo las lágrimas correr por mi rostro — No puedo ver a mi propio hijo, Buck. ¿Cómo se supone que voy a hacer esto? — dije con voz temblorosa.

Chris, todavía abrazándome, me susurró — Estoy aquí, papá. No te preocupes, estoy aquí.

Me aferré a esas palabras, a la calidez del abrazo de Chris y al apoyo constante de Buck. La habitación estaba llena de una mezcla de amor y tristeza, y aunque las palabras no eran suficientes para aliviar mi dolor, su presencia lo era todo. Nos quedamos así, unidos en nuestra lucha, esperando que el tiempo y la medicina hicieran su parte.

Buck me ayudó a bajar del coche con cuidado, asegurándose de que cada movimiento fuera lento y controlado. Sentía cada paso como una prueba — Vamos, Eddie, un paso más — me dijo Buck con suavidad, su mano firme en mi brazo mientras me guiaba hacia la puerta de la casa. Su presencia era una mezcla de consuelo y frustración. Odiaba depender tanto de él, odiaba sentirme tan inútil.

La puerta se abrió y escuché a Chris correr hacia nosotros — ¡Papá! ¡Estás en casa! — gritó, su voz llena de emoción y alivio. Intenté sonreír, aunque sabía que la preocupación en su voz reflejaba la mía.

— Sí, campeón, estoy en casa — respondí, tratando de sonar optimista. Buck me ayudó a entrar y me guió hasta el sofá. Cada movimiento dolía, mis costillas fracturadas y el pulmón resentido por la perforación de la costilla hacían que respirar fuera una tarea dolorosa. La mano derecha enyesada solo me hacía sentir más inútil.

Chris se sentó a mi lado, sosteniendo mi mano buena con sus pequeñas manos — ¿Estás bien, papá? — me preguntó con ojos llenos de preocupación.

— Estoy bien, Chris. Solo necesito descansar un poco y seguir las indicaciones de los doctores. Voy a estar bien — le aseguré, aunque por dentro me sentía un caos. No podía ver su rostro, pero su voz era un ancla, algo a lo que aferrarme en medio de la tormenta.

La frustración burbujeaba en mi interior. Odiaba esta vulnerabilidad, odiaba no poder ser el padre fuerte y protector que Chris necesitaba. Quería gritar, golpear algo, liberar toda esta impotencia, pero sabía que no podía. No frente a Chris.

Buck se sentó en la otra silla, observándome con una mezcla de preocupación y determinación — Vamos a superar esto, Eddie. Tienes que tomártelo con calma y hacer todo lo que los médicos dicen — dijo, su voz firme pero comprensiva.

911: BorderlineDonde viven las historias. Descúbrelo ahora