Capítulo 21:La Cita.

263 29 7
                                    

Roier.

Los días siguientes a esa pequeña salida fueron algo tensos para mi, no me gustaba el rumbo de lo que pudriera ocurrir esta tarde.

Había quedado con Etoiles en que vendría por mi, no tenía idea de a donde pensaba ir.

Acomode mi cabello por debajo de la bandana azul que adornaba mi frente, pestañee un par de veces viendo mi atuendo, elegí algo muy sencillo, solo unos pantalones de mezclilla negros y una camiseta polo del mismo color. Relamí mis labios y les coloque un bálsamo de fresas, delinee la parte inferior de mis ojos y apliqué un poco de crema en mis brazos.

Miré mi reflejo en el espejo del baño, me sentía inseguro.

Guardé todo lo que había usado en la gaveta del baño a falta de un lugar más adecuado. Hace unos días regresé a trabajar a la distancia, Quackity me mandaba todo lo que tenía que hacer por correo, en el día tenía videoconferencias con los clientes y las visitas o trabajo de campo lo hacia Missa o Mariana, estábamos trabajando en equipo.

Con el primer sueldo que cobré , compré algunas cosas principalmente para Bobby y lo demás lo utilice en cosas para la casa, no dejaría que Cellbit siguiera corriendo por todos los gastos. Tenía un poco de dinero ahorrado que nos sirvió mucho, para comprar ropa o cosas de uso personal, el cenizo se encargó de traer lo necesario, sospecho que gasto más de lo que le di.

Salí del baño y fui al armario que estaba a un costado, saqué una chamarra, igualmente negra, la puse sobre el borde de la cama. Me senté frente al escritorio que tenía la habitación, envié unos últimos e-mails y cerré la laptop.

Unos toques en la puerta hicieron que volteara la cabeza, eran mis chamacos.

-Hola apa -Bobby entró con el de rizos detrás, los dos se sentaron en la cama, sus piecitos colgando, sonreí.

-¿Qué pasó, mijo? -me senté a un lado de ellos.

-Al rato que salgas... ¿Puedes traernos unos dulcecitos?, así unos tamborcitos, unas picafresas -reí por lo tierno que se veía, sus ojitos brillaban con ilusión, Richas me veía igual de emocionado-. Uy, unas paletas de mango, o unas de huesito, esas saben bien chidas.

Revolví sus cabellos mientras reía fuertemente.

-¿Qué son... picafresas?, ¿Son fresas que pican? -el rizado cuestiono con el ceño fruncido, tratando de pronunciar bien las palabras.

-No, menso, son unos dulces redonditos -Bobby hizo con su manita un círculo-. Saben medio picosones, pero aguantamos vara, ¿Si o no, apa?

-Si, mi pinche patitas de chettos -un sonido proveniente de mi celular me puso tenso.

Me estiré y lo alcance, era Etoiles diciendo que estaba afuera, suspiré y lo guarde en mi bolsillo delantero.

-Bueno niños, yo -Cellbit me interrumpió cuando entró en la habitación, no pude evitar suspirar y sonrojarme cuando vi lo que traía puesto.

Portaba unos pantalones ajustados, haciendo que sus fuertes piernas resaltaran, en la parte superior traía su camisa de trabajo blanca remangada hasta los codos, sin la corbata y los primeros tres botones desabrochados, sus clavículas estaban algo expuestas. Acomodó su cabello con un mano robándome el aliento, ¿Ya dije lo atractivo y sexy que se ve cuando hace eso?, pinche vato todo hermoso.

-Ro, Etoiles ya llegó -avisó, recargado en el marco de la puerta.

Mordí mi labio, tratando de alejar los sucios y calientes pensamientos que se adueñaron de mi mente, asentí; los niños bajaron de la cama y siguieron su camino al primer piso, tomé mi chamarra y salí antes de que el de mechón blanco lo hiciera, podría sentir su intensa mirada, me ponía muy nervioso.

Un amor confuso | Guapoduo. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora